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Estado del Bienestar en el Este vs Estado del Bienestar en el Oeste

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G.M. Tamás: “Lo que me parece más curioso es que la coincidencia en el tiempo de la crisis del Estado de Bienestar – en el Este y en el Oeste - no despertó ningún interés. El imaginario histórico y político estaba paralizado por la irreflexiva aceptación de la afirmación de que los regímenes del bloque soviético debían haber sido "socialistas" ya que es como se definían a sí mismos y es por ello que habían sido combatidos sin descanso por las grandes potencias occidentales.”

Thatcherismo y Consenso de Washington


Durante la década de los 1980s, el avance de la globalización monopolista transnacional se apoyó en la ingente labor del FMI, el Banco Mundial y el Tesoro norteamericano (Consenso de Washington) para destruir cualquier resistencia a la penetración de los monopolios y cualquier aproximación al estado del bienestar en los países en desarrollo. Privatizar, liberalizar, rebajas de impuestos y subsidios para atraer la inversión extranjera (de las multinacionales), crecimiento a partir exclusivamente de las exportaciones (de las multiancionales), crisis de la deuda, planes de ajuste estructural, recortes, polución, destrucción medioambiental, etc. Eran siempre los mismos acordes de la perorata neoliberal, que sonaba por doquier acompañada de las manipulaciones y rallies de los poderosos grupos financieros.

Sin embargo, la nueva doctrina resultaba difícil de imponer sobre lo obreros de los países desarrollados. El mérito de su introducción en Europa fue para la habilidosa Margaret Thatcher.

Tras la II Guerra Mundial, unas 4/5 partes del PIB del Reino Unido era producido por el sector público. A finales de la década de 1940 la mayoría de los servicios públicos y los monopolios naturales eran de propiedad pública a nivel nacional o local. Las minas de carbón, los servicios públicos de agua, gas y electricidad, teléfono, el transporte por carretera y ferrocarril, habían sido nacionalizados. Vivienda pública, medicina pública, la British Petroleum (BP y, las explotaciones petrolíferas del Mar del Norte en manos del gobierno. Adicionalmente, los sectores de automoción, acero y aviones fueron nacionalizados tras ser rescatados de la quiebra.

Al igual que en Chile, la privatización en Gran Bretaña fue una victoria para los monetaristas de Chicago, pero esta vez se llevó a cabo bajo formato democrático. La Sra. Thatcher supo aprovechar las divisiones y corruptelas del campo laborista para desprestigiar a los sindicatos y al sector público y crear un ambiente propicio para la privatización de los monopolios públicos (utilizando los ingresos de su venta para reducir los impuestos sobre los ricos - renta, inmobiliario, finanzas y seguros - y equilibrar las cuentas públicas) y lograr el ansiado objetivo de "flexibilizar" y dejar sin protección sindical a la mayoría de los trabajadores.
Había comenzado el desmontaje del Estado del Bienestar en el Oeste.


La autodisolución del estado del bienestar en el Este


La verdadera naturaleza del Bloque Soviético


G.M. Tamás : “Creo que no puede haber ninguna duda en cuanto a que el 'socialismo real' no fue nunca otra cosa sino un capitalismo de Estado de un tipo peculiar. Era un sistema con producción de mercancías, trabajo asalariado, división social del trabajo, real sumisión del trabajo al capital, el imperativo de la acumulación, dominación de clase, explotación, opresión, conformidad forzada, jerarquía y desigualdad, trabajo doméstico no remunerado, y prohibición absoluta de protesta de los trabajadores (todas las huelgas eran ilegales), por no hablar de una prohibición general de la expresión política. El único problema que queda es, por supuesto, la falta de coordinación de "mercado " y su sustitución por la planificación gubernamental”.

Robert Kurz: "Como burocracias estatales, los partidos obreros marxistas no sólo tuvieron que asumir las tareas burguesas de una forma mucho más enfática de lo que sucediera antes en Occidente; en verdad, paradójicamente, tuvieron que engendrar la clase obrera, como material humano del propio proceso de explotación, por primera vez a gran escala social."...." Se trataba de conquistar el poder estatal, con el fin de instalar una máquina estatal moderna responsable de la industrialización capitalista de Estado, ...; el "comunismo" funcionaba simplemente como rótulo del nuevo impulso modernizador del capitalismo de Estado".

La rápida introducción del “capitalismo de mercado” y la “democracia pluralista” en los países del Centro y Este de Europa, no hubiera sido posible sin la labor "capitalista" previa de las “democracias populares”.

En Europa del Este, antes del advenimiento de los regímenes “comunistas”, predominaba una sociedad agrícola atrasada, basada en anticuados latifundios, un orden político autoritario dirigido, sobre todo, por una casta militar proveniente de la pequeña nobleza empobrecida, propenso a los golpes de estado.

Frente a la amenaza occidental, los "comunistas" promovieron un desarrollo económico industrial acelerado, intentando quemar las etapas que el imperialismo no iba a permitir traspasar. Los elementos básicos de la modernidad (capitalista) fueron introducidos por los planificadores leninistas que, exigiendo un precio extremadamente alto de sangre, sufrimiento, escasez, tiranía y censura, introdujeron la movilidad, la urbanización, la secularización, la industrialización, la alfabetización, la escolarización, las infraestructuras, la familia nuclear, la disciplina laboral y el resto de elementos que caracterizan al capitalismo, en todo un arco de países e imperios precapitalistas.

El sistema de planificación central constituyó una versión alternativa del andamiaje económico proteccionista, necesario para la construcción y defensa de “la industria naciente” capitalista, tanto en la URSS, como en Yugoslavia o en China, justo cuando el capitalismo occidental imperialista se disponía a invadir toda la zona y convertirla en un área neocolonial.

Estado del bienestar en el Este


G.M. Tamás: “ Tampoco puede haber ninguna duda de que el capitalismo de Estado post-estalinista en el bloque soviético y en Yugoslavia (aproximadamente 1956-1989), trató de crear una especie de estado de bienestar autoritario con problemas muy similares a cualquier estado de bienestar en Occidente, ya sea de la variedad socialdemócrata, demócrata cristiana, gaullista o norteamericana (New Deal)”.

El objeto social de cualquier Estado del bienestar - incluyendo el "socialismo real" post-estalinista con el Gulag clausurado - fue el intento de impulsar el consumo a través de la gestión de la demanda contracíclica, para incluir y co-optar a la rebelde clase obrera, a cambio de vivienda asequible, transporte, educación y atención sanitaria, además de vacaciones pagadas, turismo, entretenimiento popular, pequeños lujos a precio moderado, y el utilitario”.


La brutalidad estalinista, convirtiendo a toda la zona en un campo de trabajo forzado, consiguió hacer realidad el sueño modernizador de la frustrada burguesía de la época zarista: la rápida industrialización del imperio. Pero continuar en la senda estalinista, exigía crecientes dosis de terror cuyos zarpazos amenazaban a menudo a la misma nomenklatura. Tras la muerte del dictador en 1953, se produjo una amplia movilización contra el terror y el régimen autocrático. La burocracia descargó toda la responsabilidad en el difunto (“desestalinización”) pero la gente quería más y la burocracia temía perder el control.

La burocracia, que veía cuestionado su papel, cedió en el terreno económico pero enfrentó cualquier intento real de democratización. Los reclusos del Gulag fueron liberados y rehabilitados. Se redujo la enorme diferencia que había entre las rentas de la nomenklatura y el resto de la población. Aumentaron los salarios y las pensiones, se redujo la edad de jubilación, se procedió a la construcción acelerada de viviendas, se redujo de la jornada laboral de 48 a 42 horas semanales y el sábado pasó a ser día no laborable, se estableció el derecho a vacaciones pagadas. Algo parecido a lo ocurrido en España durante las dos últimas décadas de la dictadura de Franco.

Las ventajas para los trabajadores de esta versión "soviética" del estado del bienestar implicaban un trasvase de recursos en detrimento de los emolumentos que la nomenklatura se había reservado hasta entonces. El automóvil dejó de ser un lujo al alcance de unos pocos y se popularizó el uso de electrodomésticos y televisores, al tiempo que las viviendas "comunitarias" (con cocinas compartidas, ... ) dejaban paso a la generalización de las viviendas unifamiliares. Los productos occidentales, anteriormente reservados para el consumo privado de la nomenklatura, empezaron a ser accesibles para un sector creciente de la población.

A finales de los 1950s, la economía parecía más que saludable. El PIB creció a un ritmo del 6% entre 1956-60 (5º Plan quinquenal) con un crecimiento del 80% en el sector industrial superando el ya ambicioso objetivo del plan quinquenal del 60%. La productividad laboral creció en un 62%. Fue la época del lanzamiento del Sputnik que parecía corroborar la supuesta superioridad del sistema soviético.

Globalización monopolista neoliberal y las democracias populares


Getrude E. Schroeder: "Los países socialistas tenían índices de crecimiento del PIB que no diferían significativamente de los de los países de la OCDE (según estudios econométricos de Frederic Pryor en 1985 para el perído 1951-79). Aunque el sector industrial crecía por encima del de los países de la OCDE, el sector servicios quedaba retrasado. En los 1980s el crecimiento disminuyó a una tasa media de crecimiento de sólo el 1,7% anual en comparación al 3% de la OCDE".

Según datos de la CIA (U.S. Central Inteligence Agency) el crecimiento medio del PIB en el conjunto soviético fue del 3,4% anual entre 1951 y 1990 (un 5% entre 1951-1970, un 2,5% en los 1970s, un 2% entre 1980-85 y un 1,5% entre 1986-89). En los años 1950s el crecimiento era del 6% y superaba al de los EEUU. Como resultado, la población soviética experimentó una notable mejora en su calidad de vida (alimentación, calzado, ropa, electrodomésticos, automóviles, viviendas más espaciosas y de mejor calidad, nuevos o mejores servicios, ...)

La enorme ventaja en eficiencia y productividad alcanzadas por el capitalismo monopolista globalizado, junto a la labor de zapa de los gobiernos e instituciones internacionales controladas de pleno por las grandes multinacionales, fue acabando con las “industrias nacientes” de todo el orbe. Sólo resistían dos grandes bloques, el Este soviético y China.

A principios de los 1980s la economía soviética empezó a desacelerarse, con el añadido de la caída del precio de sus exportaciones de materias primas (petróleo, gas, diamantes, oro, …)

La solidez “colegiada” de la clase privilegiada empezó a resquebrajarse y se generalizaron las disputas entre distintos grupos por un pastel que menguaba progresivamente. Aparecieron facciones enfrentadas donde antes había reinado una unidad monolítica. Ministerios, poderes regionales, sectores económicos, agencias territoriales y administrativas, ... empezaron a enfrentarse por el acceso a las rentas y los recursos disponibles, en una compleja red madeja relaciones, alianzas, pactos y clientelas.

Mientras que la nomenklatura china consiguió embarcarse en un proceso más o menos ordenado de privatizaciones, desmantelamiento de su sistema planificado, y progresiva reducción de sus barreras proteccionistas, a cambio de su pretensión de integrarse de pleno derecho en la nueva clase capitalista globalizada, la intentona reformista de la Perestroika/Glasnot, fracasó estrepitosamente convirtiéndose en una caótica desbandada.

En China, la “pautada” penetración del capitalismo neoliberal y el mantenimiento de sectores claves bajo control gubernamental, dio tiempo a la modernización de parte de la industria autóctona y su reconversión en “actores globales” (Lenovo, Haier, Shanghai Automotive, TCL, Huawei, ZTE, Mindray).

Por el contrario, en los países del Bloque Soviético, la privatización y liquidación desordenada de la mayoría de activos públicos, el cierre masivo de empresas, el colapso del comercio local frente a las sofisticadas técnicas de dumping y similares de las grandes cadenas minoristas multinacionales,..., provocaron el desempleo masivo con la consecuente caída en picado de salarios reales, inauditos aumentos de precios, desvalorización de las pensiones, y quiebra de los presupuestos públicos. Casi la mitad del total de empleos se perdió. Miseria e inseguridad, acompañados por la balsámica y novedosa penetración de la cultura comercial, la publicidad, la prensa sensacionalista y la TV basura.

El caos condujo a dos salidas insospechadas para la mayoría:

  • - el criminal-capitalismo: en Rusia y otros países bien dotados en recursos naturales, grupos mafiosos locales, conchabados con antiguos miembros de la nomenklatura, se apoderaron de los antiguos monopolios públicos de las industrias extractivas y energéticas, convirtiéndolos en monopolios privados. (Gazprom, Rosneft, Lukoil, Surgutneftegaz, Norilsk Nickel, RUSAL, Méchel)
  • - la neocolonización en el resto de países y repúblicas menos dotadas, con las empresas, comercios e industrias autóctonas, literalmente barridas por la penetración relámpago de los grandes conglomerados multinacionales.
En medio del caos generalizado, sólo una pequeña fracción de la nomenklatura fue capaz de reciclarse en el orden capitalista globalizado, por lo general, por la vía de la corrupción y el crimen organizado.

La vinculación entre el estado del bienestar en el Este y en el Oeste


G.M. Tamás: “Al mismo tiempo, en la "socialista" Europa del Este había algunas características que recuerdan a los métodos de bienestar corporativo del Sudeste Asiático - colonias de vacaciones de la empresa y hoteles de vacaciones propiedad de la empresa, por lo general gratuitos para los empleados, gestionados por los sindicatos (el acceso era un derecho para todos los ciudadanos), guarderías gratuitas para hijos de los trabajadores - y algunas de las características heredadas de la socialdemocracia europea, pero generalizadas y obligatorias, como las bibliotecas de préstamo bien surtidas y librerías a precio reducido en cada empresa, buenos libros asequibles, entradas para el teatro y el cine (los libros y los boletos solicitados a través de tu sindicato se obtenían a mitad de precio), la discriminación positiva a favor de los jóvenes de la clase trabajadora en las admisiones para la educación superior, la seguridad laboral, alimentos básicos baratos, alcohol barato, tabaco barato, barato y abundante transporte público y fácil acceso para los aficionados a los espectáculos deportivos. La ausencia de la riqueza visible y de ostentación de la clase dominante, junto con la escasez cada vez más recurrente, y una muy reducida posibilidad de elección para los consumidores, el puritanismo sexual, largos períodos de servicio militar, el culto del trabajo duro y una propaganda incesante.”

Los ataques al estado del bienestar del Oeste, iniciados por el thatcherismo y las reaganomics en la década de los 1980s, nunca hubieran alcanzado la profundidad, la aceleración y la sistematización actuales, sin la liquidación previa del estado del bienestar en el Este.

El truco del “capitalismo popular” thatcheriano, (que luego sería exportado con éxito a los países del Este), o la TINA (“There is no alternative”), no hubieran resistido el descontento generalizado tras la experimentación de los primeros resultados del giro neoliberal.

Al thacherismo (reducción de impuestos a los ricos, recortes y privatización en servicios públicos, reducción de los salarios reales, destrucción de los sindicatos, …) le hubiera quedado poco tiempo de vida una vez que se iban haciendo evidentes, en toda su crudeza, las consecuencias de dichas políticas y las crecientes desventajas inducidas sobre la gran mayoría de la población. En 1997, los conservadores fueron desalojados por uno de los márgenes más grandes de su historia. Los votantes protestaban por unos resultados de la privatización acerca de los cuales la Dama de Hierro no les había advertido. Los precios de los monopolios privatizados no disminuyeron sino que aumentaron. Muchos servicios se redujeron, especialmente en las rutas de transporte menos utilizadas. Las privatizadas empresas de autobuses abusaron de inmediato de sus ventajas monopolistas. El sistema privatizado de distribución de agua potable se deterioró rápidamente, mientras que las tarifas de consumo se disparaban (los precios del suministro de agua se incrementaron en un 46% en términos reales durante los primeros nueve años tras la privatización mientras que los beneficios de las operadoras se incrementaban en un 142% ). Los precios de la electricidad privatizada se dispararon para los consumidores residenciales en favor de los grandes usuarios industriales. La desindustrialización, el paro y la precariedad, se instalaron definitivamente en las Islas y los salarios se estancaron. Los recortes de impuestos, financiados por la ola provatizadora, beneficiaron principalmente a los ricos y al final se tradujeron en recortes en los servicios públicos. En la agenda conservadora figuraba ya la venta de Correos, la BBC y el metro de Londres.

La globalización monopolista y su credo neoliberal encontraban fuertes resistencias en casi todas partes, pero iban a contar con una baza fundamental: la autodisolución del estado del bienestar en el Este y la recolonización de China.

El capitalismo monopolista neoliberal no hubiera podido avanzar en sus planes liquidadores en el Oeste, de no contar con el "maná" caído del Este, una masiva mano de obra alternativa, sumisa, formada y cualificada, y unas estructuras industriales y urbanas "capitalistas" suficientemente desarrolladas, para “deslocalizar”, o para que sus amenazas de deslocalización resultaran plausibles.

Para el capitalismo monopolista neoliberal, los años 1990s proporcionaron una oportunidad inesperada e insospechada de “acumulación primitiva”, de la mano de una clase capitalista burocrática de segunda fila que rendía definitivamente todas sus prendas por un penique, esperando, a cambio, su hipotética admisión en el sistema de explotación capitalista global.

Francis Fukuyama podía proclamar "el fin de la historia":  el capitalismo había triunfado definitivamente y acabada la historia. En realidad, el capitalismo había triunfado hacía ya mucho tiempo y los acontecimientos iban pronto a demostrar que de ninguna manera se trataba de un sistema  autoregulado y eterno. La "historia" seguía. A pesar de la absorción del Bloque Soviético y China, el capitalismo monopolista senil necesitaba cada vez más de la ortopedia burbujista  financiera para no pasar a la historia. Se trataba del principio del fin. En 2008 empezaba la 3a Gran Depresión, la Depresión Permanente en la que la supervivencia de la humanidad dependerá, sine qua non, de la superación de la corta etapa capitalista. 

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