English translation
Andrew Wedeman (La doble Paradoja. Crecimiento rápido junto a corrupción en aumento): "Corrupción y crecimiento prosperaron juntos. Cuanta más corrupción más crecimiento económico... Estaba bastante claro que, mientras que la corrupción en Japón y Corea del Sur era estructural e institucionalizada, en China era una corrupción anárquica y depredadora …La corrupción en China se parece más a corrupción en Zaire que a la corrupción en Japón. Así que se me ocurrió la idea de la "doble paradoja": la cuestión fundamental no es si uno puede tener corrupción y crecimiento económico, …, pero ¿cómo era posible sostener un crecimiento rápido dados los altos niveles de corrupción depredadora con funcionarios involucrado en el saqueo de la economía. "..." En la post-maoísta, reformista China la corrupción en realidad facilitó la innovación y el espíritu empresarial favoreciendo así un mayor crecimiento económico"
Cuando se plantea un cambio en términos de “Transición” es fundamental aclarar la naturaleza de los dos extremos de la ecuación: Transición ¿desde qué punto de partida hasta qué punto de llegada?
Según el estereotipo usual, el planteamiento de la ecuación pretenden ser simple y expeditivo: En ambos casos, tanto en Rusia como en China, la situación de partida era un “sistema socialista-comunista de planificación central” y el final de la Transición un “sistema capitalista de mercado”. Sin embargo hay demasiadas incógnitas y parámetros sospechosamente ausentes en este tránsito.
Si realizamos el simple ejercicio de introducir los parámetros más significativos e incorporar ciertas incógnitas marginadas, la nueva ecuación resultante resultará más explicativa y más ajustada a los hechos.
Dos ecuaciones dispares para interpretar unos acontecimientos de enorme trascendencia para el presente y para el futuro de la humanidad.
El plan era quemar etapas mediante un revolucionario mecanismo alternativo de desarrollo económico capitalista capaz de establecer una hoja de ruta fuera del alcance de los países imperialistas.
El mecanismo consistía en apalancar el desarrollo económico, poniendo en juego por un lado el arsenal analítico marxista para acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas, y por el otro, el arsenal ideológico revolucionario socialista (transmutado a conveniencia en terrorismo) para estimular la productividad de las clases trabajadoras.
No se trataba de competir “con” el sistema capitalista. No se trató nunca de crear un “sistema” “socialista” alternativo al capitalismo sino de “atrapar” al capitalismo más desarrollado mediante la dictadura de la nueva burguesía “soviética”, la centralización estatal, la planificación económica y el adoctrinamiento ideológico para domesticar, someter y explotar a la clase obrera.
En China el movimiento revolucionario socialista fue mucho más prolongado y mucho más extenso (soviet de Jiangxi 1930-33, larga marcha 1933-35, ...) que en el caso soviético. La rápida subyugación del campesinado y la oposición obrera rusa mediante el terror y el Gulag estalinista no tuvo su equivalente en China.
Como en Rusia, una burguesía “comunista” empezó a tomar forma en el seno del PCC tras la derrota definitiva de Chiang Kai Chek en 1949. Pero la envergadura de la rebelión campesina y la profundidad que había alcanzado el movimiento revolucionario chino representaron un serio obstáculo para su escalada definitiva al poder. Mientras que en Rusia la oposición fue totalmente neutralizada desde finales de los años 1920s (y liquidada definitivamente con las purgas de los años 1930s), en China una oposición socialista revolucionaria (a menudo ambigua y contradictoria) resistiría hasta la muerte de Mao en 1976.
Sin embargo, mientras que China no sufría graves desequilibrios macroeconómicos (baja inflación, equilibrio presupuestario, saldo comercial exterior equilibrado, poca deuda externa) en el inicio de su Transición en 1978, los países del Bloque Soviético sufrían de un notable descontrol en sus macromagnitudes cuando se disponían a iniciar la suya a finales de los 1980s.
A diferencia de la URSS y sus satélites, la planificación en China era sólo parcial (el plan central controlaba poco más de la mitad de la producción industrial) puesto que una parte considerable de la producción estaba descentralizada en manos de las administraciones locales. Además el número relativo de empresas pequeñas y medianas era proporcionalmente mucho mayor que en la URSS. Mao Tse Dong había propiciado cierta descentralización empresarial en favor de provincias y ciudades durante el Gran Salto Adelante (1957-58) y la Revolución Cultural (1966-76). China, además, contaba con una nutrida burguesía emigrada (los chinos de ultramar sumaban unos 55 millones con unos activos cifrados en medio billón de dólares) dispuesta a invertir en el país en cuanto las condiciones fueran las adecuadas para hacer negocio.
Ante esta situación de creciente deterioro capitalista, la burguesía “soviética” optó por reintroducir los mecanismos de mercado para someter a la clase obrera, aumentar su productividad y elevar el nivel de la tasa de explotación.
En 1987, cuando se inició la Perestroika, la burguesía “soviética” llevaba casi 70 años en el poder. Tres generaciones en el poder significaban un alto grado de confianza en sí misma para “controlar” la transición.
El objetivo de la Perestroika era el de modernizar el capital productivo “soviético” para hacerlo competitivo a escala global. La burguesía “soviética” confiaba alcanzar con las reformas una situación pareja a la de la burguesía capitalista globalizada.
El objetivo inmediato de la transición, en el caso de la burguesía “comunista” china era el de asegurar sus posiciones y privilegios recientemente amenazados por la oposición de izquierdas.
La amenaza de la oposición seguía siendo considerable y era preciso conseguir crear bases crecientes de apoyo entre la población.
Deng planteó las cosas con extrema cautela. Hizo coincidir el inicio de las reformas con subidas en los precios de las entregas obligatorias de los campesinos y subidas de los sueldos de las empresas públicas.
Las primeras reformas se efectuaron en el sector campesino. La descolectivización representó el disparo de salida de la “modernización” capitalista del país. La reforma obedecía a una estrategia doble: dividir a campesinos y obreros por un lado y allanar la senda para la justificación de la reintroducción de los valores e ideología burgueses.
Sin embargo, a poco de iniciarse la Perestroika, movilizaciones espontáneas de gran amplitud, exigiendo más derechos, más bienestar y más democracia, estallaron por toda la zona.
Ante tal disyuntiva, y de acuerdo con la mayoría de los estrategas imperialistas, la burocracia "soviética" aparcó el gradualismo en favor de las “terapias de choque”, es decir una infernal sucesión de reformas que, como ha investigado Naomi Klein, tiene la evidente ventaja para el capital de atontar de tal manera a sus víctimas que quedan sin capacidad apenas de reaccionar.
Los crecientes desequilibrios macroeconómicos acumulados durante los últimos años, la autoconfianza de la vieja burguesía soviética en su supuesta capacidad para “controlar” el proceso de transición, y, por supuesto, altas dosis de codicia y desprecio para sus conciudadanos, facilitaron el cambio de estrategia. Perestroika y Glasnost quedaron enterradas. El Big Bang ansiado por el capitalismo monopolista transnacional se hizo realidad.
En unos pocos años, las grandes corporaciones multinacionales se veían ya tomando posesión de los enormes recursos del territorio euroasiático, y al mando de un nuevo mercado cercano a los 200 millones de consumidores.
Mientras que la transición china se habría generado a partir de una movilización espontánea procapitalista del pueblo chino (bottom up), de ahí su “éxito”, la transición rusa, por el contrario, habría sido el resultado de unas reformas organizadas por la burocracia soviética (top down); de ahí su” fracaso”.
El mito de una supuesta descolectivización “espontanea” por parte de las masas campesinas a principios de los 1980s, que la cúpula del PCC habría sancionado finalmente como hecho consumado, mito cultivado por algunos medios de desinformación occidentales y nunca desmentido oficialmente por la burocracia china, quedó en entredicho según la propia documentación del PCC que ha confirmado la existencia de fuertes resistencias de todo tipo y a todos los niveles frente a una descolectivización organizada y dirigida por las altas esferas del partido (top down). Así pues en China nunca hubo movilizaciones espontáneas pro-capitalistas.
En la antigua URSS, por el contrario, la espontaneidad (anti-capitalista burocrática) de las masas populares (bottom up) jugó un papel clave en el rápido cambio de estrategia efectuado por la burocracia “soviética” a favor de las terapias de choque y el fugaz enterramiento de la Perestroika y la Glasnots.
En el caso soviético el objetivo codiciado (el conjunto del bloque soviético) era un mercado útil de unos 200 millones, una mano de obra muy cualificada, y, sobre todo, unos inmensos recursos naturales que hasta entonces habían quedado fuera del alcance de los grandes monopolios multinacionales.
Pero para el capital monopolista transnacional la conquista de China tenía un valor estratégico clave. En un momento en que las nuevas tecnologías y la escalada financiera facilitaban en extremo la deslocalización y la externalización, una enorme abundancia de mano de obra susceptible de ser sometida a altas tasas de flexi-explotación gracias a la gentil colaboración del PCC y un enorme territorio para degradar y polucionar sin medida ni compasión, con la ayuda del corrupto PCC, eran las cartas definitivas que necesitaba para la globalización. Una vez consolidadas sus posiciones, el objetivo del mercado interno chino caería como fruta madura.
Sin embargo, cuando que empezaron a evidenciarse los resultados inesperados de las salvajes terapias de choque en la URSS y en algunos de sus antiguos satélites (El PIB per cápita chino se incrementó a una tasa del 8% anual entre 1978 y el 2000 mientras que el PIB ruso cayó en un 64% entre 1990 y el 2000), y que como consecuencia del caos provocado, el codiciado control y posesión de los inmensos recursos naturales de la zona había acabado en manos de una mafia-nacionalista poco propensa a cederlos al capitalismo monopolista transnacional, los analistas más prestigiosos empezaron a reconocer que a menudo la codicia rompe el saco.
La opción gradualista china, por el contrario, resultó, al final, la mejor opción para los intereses del capital monopolista transnacional. La descolectivización, seguramente, no mejoró en absoluto la productividad, pero la creciente miseria rural convirtió al campo chino en una fuente casi inagotable de mano de obra desclasada y flexible (unos 100 millones de inmigrantes sin papeles en su propio país) que, además de ser susceptible de altísimas cotas de explotación, entró de golpe en el mercado laboral chino, competencia que permitió desmantelar la posible resistencia a la “reformas” del resto de trabajadores chinos.
Al contrario de la URSS y sus antiguos satélites, en China los mercados se liberalizaron antes de proceder a las privatizaciones en masa. Esto permitiría que las empresas públicas se adaptaran a las nuevas condiciones sin cortarles de golpe el cordón umbilical de las ayudas públicas. El objetivo, en principio, sería el de darles tiempo para convertirse en los nuevos paladines monopolistas del nuevo capitalismo chino.
Sin embargo, el prudente gradualismo no impidió la progresiva pérdida del control por parte de la burguesía china. Gradualmente, los intereses de los grandes grupos transnacionales se fueron imponiendo en casi todos los sectores. La entrada de China en la OMC significó el triunfo definitivo del capital monopolista globalizado. La historia había reservado a los capitostes del PCC y al resto del capitalismo “comunista” chino la poco edificante tarea, iniciada por la burguesía compradora prerrevolucionaria, de malvender China, al completo, al imperialismo extranjero.
Aunque muy numerosos, los campesinos ya no tienen el apoyo de los trabajadores urbanos (los trabajadores emigrantes rurales han contribuido a dinamitar sus salarios y condiciones laborales). La burocracia y el capital monopolista, si nadie lo impide, están planeando expulsar de sus tierras a nada menos que 300 millones de campesinos “redundantes”. Cosas del capitalismo.
En 2008 el Comité Central del PCC ya instaba a los campesinos a comercializar sus derechos sobre sus tierras para favorecer la formación de explotaciones a gran escala más eficientes. En octubre de 2013, el Centro de Desarrollo e Investigación, el más importante think-tank gubernamental de la nación, propuso para el 18 Pleno del Comité Central del partido (noviembre), permitir que los agricultores puedan vender, arrendar o transferir sus tierras. También propuso que el gobierno debería establecer un mercado unificado de tierras en todo el país. La Bolsa de Pekín reaccionó con fuertes subidas del negocio agrario ante tales perspectivas. La espontaneidad, de nuevo, parece que va a brillar por su ausencia.
Bruce P. Jackson (Hoover.org): “La Rusia post-soviética es un primitiva forma de capitalismo mercantil y Putin es el arquitecto de un sistema capitalista oligárquico estatal único de Rusia.”
En Rusia, un tipo de capitalismo transitó a otro tipo de capitalismo. El resultado actual no fue el que esperaba el capital monopolista y por lo tanto fue un "fracaso". La burguesía “soviética” acabó reconvertida en una burguesía nacionalista oligárquico-mafiosa que ha impedido hasta ahora el control de los recursos naturales de la zona por parte de los grandes grupos monopolistas transnacionales.
En China las reformas se iniciaron para reforzar y consolidar las posiciones de la burocracia amenazadas por la oposición socialista. Sin embargo, la transición ha acabado librando China a los grandes grupos monopolistas transnacionales (y por lo tanto ha sido "un éxito"), convirtiendo a la burguesía “comunista” china en una réplica de la burguesía compradora anterior a la revolución.
Más información: The Political Economy of Decollectivization in China
Minqi Li: The Rise of the Working Class and the Future of the Chinese Revolution
Fred Engst: Rise Of China
Andrew Wedeman (La doble Paradoja. Crecimiento rápido junto a corrupción en aumento): "Corrupción y crecimiento prosperaron juntos. Cuanta más corrupción más crecimiento económico... Estaba bastante claro que, mientras que la corrupción en Japón y Corea del Sur era estructural e institucionalizada, en China era una corrupción anárquica y depredadora …La corrupción en China se parece más a corrupción en Zaire que a la corrupción en Japón. Así que se me ocurrió la idea de la "doble paradoja": la cuestión fundamental no es si uno puede tener corrupción y crecimiento económico, …, pero ¿cómo era posible sostener un crecimiento rápido dados los altos niveles de corrupción depredadora con funcionarios involucrado en el saqueo de la economía. "..." En la post-maoísta, reformista China la corrupción en realidad facilitó la innovación y el espíritu empresarial favoreciendo así un mayor crecimiento económico"
Una historia mal contada
¿Se trató de una transición del socialismo al capitalismo o de una transición desde un tipo de capitalismo a otro tipo de capitalismo?Cuando se plantea un cambio en términos de “Transición” es fundamental aclarar la naturaleza de los dos extremos de la ecuación: Transición ¿desde qué punto de partida hasta qué punto de llegada?
Según el estereotipo usual, el planteamiento de la ecuación pretenden ser simple y expeditivo: En ambos casos, tanto en Rusia como en China, la situación de partida era un “sistema socialista-comunista de planificación central” y el final de la Transición un “sistema capitalista de mercado”. Sin embargo hay demasiadas incógnitas y parámetros sospechosamente ausentes en este tránsito.
Si realizamos el simple ejercicio de introducir los parámetros más significativos e incorporar ciertas incógnitas marginadas, la nueva ecuación resultante resultará más explicativa y más ajustada a los hechos.
Dos ecuaciones dispares para interpretar unos acontecimientos de enorme trascendencia para el presente y para el futuro de la humanidad.
¿Cuál era la situación de partida en Rusia?
A finales de la 1ªGM, tuvo lugar una revolución socialista revolucionaria de obreros, soldados y campesinos que intentaban sacudirse a la vez del yugo feudal y del yugo capitalista. La revolución acabó sofocada y reprimida por un partido bolchevique que tenía un plan para sacar al país del atraso y convertirlo en una potencia capitalista capaz de competir con los imperialistas de la época.El plan era quemar etapas mediante un revolucionario mecanismo alternativo de desarrollo económico capitalista capaz de establecer una hoja de ruta fuera del alcance de los países imperialistas.
El mecanismo consistía en apalancar el desarrollo económico, poniendo en juego por un lado el arsenal analítico marxista para acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas, y por el otro, el arsenal ideológico revolucionario socialista (transmutado a conveniencia en terrorismo) para estimular la productividad de las clases trabajadoras.
No se trataba de competir “con” el sistema capitalista. No se trató nunca de crear un “sistema” “socialista” alternativo al capitalismo sino de “atrapar” al capitalismo más desarrollado mediante la dictadura de la nueva burguesía “soviética”, la centralización estatal, la planificación económica y el adoctrinamiento ideológico para domesticar, someter y explotar a la clase obrera.
¿Cuál era la situación de partida en China?
En el caso chino la 2ªGM ofreció una oportunidad al pueblo chino para sacudirse el régimen feudal, pero sobre todo, a diferencia de Rusia, librarse de una dominación imperialista que se había repartido el país.En China el movimiento revolucionario socialista fue mucho más prolongado y mucho más extenso (soviet de Jiangxi 1930-33, larga marcha 1933-35, ...) que en el caso soviético. La rápida subyugación del campesinado y la oposición obrera rusa mediante el terror y el Gulag estalinista no tuvo su equivalente en China.
Como en Rusia, una burguesía “comunista” empezó a tomar forma en el seno del PCC tras la derrota definitiva de Chiang Kai Chek en 1949. Pero la envergadura de la rebelión campesina y la profundidad que había alcanzado el movimiento revolucionario chino representaron un serio obstáculo para su escalada definitiva al poder. Mientras que en Rusia la oposición fue totalmente neutralizada desde finales de los años 1920s (y liquidada definitivamente con las purgas de los años 1930s), en China una oposición socialista revolucionaria (a menudo ambigua y contradictoria) resistiría hasta la muerte de Mao en 1976.
¿Cuál era la situación en la línea de salida?
En la línea de salida la situación de Rusia parecía mucho mejor que la de China. Rusia era un país mucho más desarrollado y urbanizado que China. El PNB per cápita ruso era de 3.783 $ (el PNB per cápita chino era de 285 $). El empleo industrial representaba el 39% (China 13,5%). El analfabetismo (2%) había casi desaparecido en Rusia (China 44%). El 91% de la población rusa tenían la educación secundaria (China 63%) y el 50% eran universitarios (China 2%).Sin embargo, mientras que China no sufría graves desequilibrios macroeconómicos (baja inflación, equilibrio presupuestario, saldo comercial exterior equilibrado, poca deuda externa) en el inicio de su Transición en 1978, los países del Bloque Soviético sufrían de un notable descontrol en sus macromagnitudes cuando se disponían a iniciar la suya a finales de los 1980s.
A diferencia de la URSS y sus satélites, la planificación en China era sólo parcial (el plan central controlaba poco más de la mitad de la producción industrial) puesto que una parte considerable de la producción estaba descentralizada en manos de las administraciones locales. Además el número relativo de empresas pequeñas y medianas era proporcionalmente mucho mayor que en la URSS. Mao Tse Dong había propiciado cierta descentralización empresarial en favor de provincias y ciudades durante el Gran Salto Adelante (1957-58) y la Revolución Cultural (1966-76). China, además, contaba con una nutrida burguesía emigrada (los chinos de ultramar sumaban unos 55 millones con unos activos cifrados en medio billón de dólares) dispuesta a invertir en el país en cuanto las condiciones fueran las adecuadas para hacer negocio.
¿Cuáles fueron los motivos de la Transición en Rusia?
El desgaste y el atraso del mecanismo de desarrollo con respecto al capitalismo globalizado. Tras la muerte de Stalin y la denuncia del terrorismo totalitario del difunto, la burguesía “soviética” empezó a perder puntos en su lucha contra la clase obrera. La tasa de explotación disminuyó y la clase obrera consiguió notables mejoras en su situación (estado del bienestar soviético). La productividad se resintió y Rusia empezó a perder puestos en la carrera capitalista.Ante esta situación de creciente deterioro capitalista, la burguesía “soviética” optó por reintroducir los mecanismos de mercado para someter a la clase obrera, aumentar su productividad y elevar el nivel de la tasa de explotación.
En 1987, cuando se inició la Perestroika, la burguesía “soviética” llevaba casi 70 años en el poder. Tres generaciones en el poder significaban un alto grado de confianza en sí misma para “controlar” la transición.
El objetivo de la Perestroika era el de modernizar el capital productivo “soviético” para hacerlo competitivo a escala global. La burguesía “soviética” confiaba alcanzar con las reformas una situación pareja a la de la burguesía capitalista globalizada.
¿Cuáles fueron los motivos de la Transición en China?
En 1978, cuando Deng Xiaoping inició el camino de las reformas, la burguesía “comunista” hacía tan solo dos años que había conseguido consolidarse en el poder tras el fuerte varapalo de la Revolución Cultural.El objetivo inmediato de la transición, en el caso de la burguesía “comunista” china era el de asegurar sus posiciones y privilegios recientemente amenazados por la oposición de izquierdas.
¿Cuál fue la causa del gradualismo en las reformas en China?
El temor tras la Revolución Cultural había agudizado el sentido del cálculo de la timorata burguesía “comunista” china. De ahí el “gradualismo”, la experimentación y la sectorialización en las reformas a pesar de las críticas, consejos y recomendaciones (terapias de choque) de los impacientes economistas y agencias neoliberales.La amenaza de la oposición seguía siendo considerable y era preciso conseguir crear bases crecientes de apoyo entre la población.
Deng planteó las cosas con extrema cautela. Hizo coincidir el inicio de las reformas con subidas en los precios de las entregas obligatorias de los campesinos y subidas de los sueldos de las empresas públicas.
Las primeras reformas se efectuaron en el sector campesino. La descolectivización representó el disparo de salida de la “modernización” capitalista del país. La reforma obedecía a una estrategia doble: dividir a campesinos y obreros por un lado y allanar la senda para la justificación de la reintroducción de los valores e ideología burgueses.
¿Cuál fue la causa de la falta de gradualismo en la Unión Soviética?
Cuando Mikhail Gorbachev llegó al cargo de secretario general del partido en marzo de 1985 conocía perfectamente las reformas iniciadas en China. Contrariamente a la narrativa convencional, su plan de reformas pro-mercado para la Unión Soviética (Perestroika) era gradualista en extremo, como en el caso de China. Inicialmente propuso ceder lotes individuales de tierra a las familias campesinas, establecer zonas especiales de comercio libre, promover pequeños negocios en régimen de cooperativa y establecer joint ventures con empresas extranjeras.Sin embargo, a poco de iniciarse la Perestroika, movilizaciones espontáneas de gran amplitud, exigiendo más derechos, más bienestar y más democracia, estallaron por toda la zona.
Ante tal disyuntiva, y de acuerdo con la mayoría de los estrategas imperialistas, la burocracia "soviética" aparcó el gradualismo en favor de las “terapias de choque”, es decir una infernal sucesión de reformas que, como ha investigado Naomi Klein, tiene la evidente ventaja para el capital de atontar de tal manera a sus víctimas que quedan sin capacidad apenas de reaccionar.
Los crecientes desequilibrios macroeconómicos acumulados durante los últimos años, la autoconfianza de la vieja burguesía soviética en su supuesta capacidad para “controlar” el proceso de transición, y, por supuesto, altas dosis de codicia y desprecio para sus conciudadanos, facilitaron el cambio de estrategia. Perestroika y Glasnost quedaron enterradas. El Big Bang ansiado por el capitalismo monopolista transnacional se hizo realidad.
En unos pocos años, las grandes corporaciones multinacionales se veían ya tomando posesión de los enormes recursos del territorio euroasiático, y al mando de un nuevo mercado cercano a los 200 millones de consumidores.
¿Cuál fue el grado de espontaneidad en ambos casos?
Según algunas fuentes occidentales (Hoover Institution), “el PCC simplemente reaccionó (y sabiamente no se opuso) ante las iniciativas de reforma espontáneas que emanaron mayoritariamente de la población rural”.Mientras que la transición china se habría generado a partir de una movilización espontánea procapitalista del pueblo chino (bottom up), de ahí su “éxito”, la transición rusa, por el contrario, habría sido el resultado de unas reformas organizadas por la burocracia soviética (top down); de ahí su” fracaso”.
El mito de una supuesta descolectivización “espontanea” por parte de las masas campesinas a principios de los 1980s, que la cúpula del PCC habría sancionado finalmente como hecho consumado, mito cultivado por algunos medios de desinformación occidentales y nunca desmentido oficialmente por la burocracia china, quedó en entredicho según la propia documentación del PCC que ha confirmado la existencia de fuertes resistencias de todo tipo y a todos los niveles frente a una descolectivización organizada y dirigida por las altas esferas del partido (top down). Así pues en China nunca hubo movilizaciones espontáneas pro-capitalistas.
En la antigua URSS, por el contrario, la espontaneidad (anti-capitalista burocrática) de las masas populares (bottom up) jugó un papel clave en el rápido cambio de estrategia efectuado por la burocracia “soviética” a favor de las terapias de choque y el fugaz enterramiento de la Perestroika y la Glasnots.
¿Cuáles eran los objetivos imperialistas al otro lado de la ecuación?
El otro lado de la ecuación no era, como quiere hacer ver el planteamiento simplista, un capitalismo idealizado, benefactor, eficiente, liberal y democrático, sino un capitalismo monopolista globalizado, agresivo, a-democrático y sin escrúpulos, que iba a aprovechar una ocasión de acumulación primitiva que llevaba décadas sin presentarse, para desmembrar y comerse enteritas a sus desprevenidas presas.En el caso soviético el objetivo codiciado (el conjunto del bloque soviético) era un mercado útil de unos 200 millones, una mano de obra muy cualificada, y, sobre todo, unos inmensos recursos naturales que hasta entonces habían quedado fuera del alcance de los grandes monopolios multinacionales.
Pero para el capital monopolista transnacional la conquista de China tenía un valor estratégico clave. En un momento en que las nuevas tecnologías y la escalada financiera facilitaban en extremo la deslocalización y la externalización, una enorme abundancia de mano de obra susceptible de ser sometida a altas tasas de flexi-explotación gracias a la gentil colaboración del PCC y un enorme territorio para degradar y polucionar sin medida ni compasión, con la ayuda del corrupto PCC, eran las cartas definitivas que necesitaba para la globalización. Una vez consolidadas sus posiciones, el objetivo del mercado interno chino caería como fruta madura.
¿Cuáles eran las “recomendaciones” propuestas por los imperialistas?
Inicialmente, desde sus diversos foros, los imperialistas proponían terapias de choque idénticas para ambos países.Sin embargo, cuando que empezaron a evidenciarse los resultados inesperados de las salvajes terapias de choque en la URSS y en algunos de sus antiguos satélites (El PIB per cápita chino se incrementó a una tasa del 8% anual entre 1978 y el 2000 mientras que el PIB ruso cayó en un 64% entre 1990 y el 2000), y que como consecuencia del caos provocado, el codiciado control y posesión de los inmensos recursos naturales de la zona había acabado en manos de una mafia-nacionalista poco propensa a cederlos al capitalismo monopolista transnacional, los analistas más prestigiosos empezaron a reconocer que a menudo la codicia rompe el saco.
La opción gradualista china, por el contrario, resultó, al final, la mejor opción para los intereses del capital monopolista transnacional. La descolectivización, seguramente, no mejoró en absoluto la productividad, pero la creciente miseria rural convirtió al campo chino en una fuente casi inagotable de mano de obra desclasada y flexible (unos 100 millones de inmigrantes sin papeles en su propio país) que, además de ser susceptible de altísimas cotas de explotación, entró de golpe en el mercado laboral chino, competencia que permitió desmantelar la posible resistencia a la “reformas” del resto de trabajadores chinos.
Al contrario de la URSS y sus antiguos satélites, en China los mercados se liberalizaron antes de proceder a las privatizaciones en masa. Esto permitiría que las empresas públicas se adaptaran a las nuevas condiciones sin cortarles de golpe el cordón umbilical de las ayudas públicas. El objetivo, en principio, sería el de darles tiempo para convertirse en los nuevos paladines monopolistas del nuevo capitalismo chino.
Sin embargo, el prudente gradualismo no impidió la progresiva pérdida del control por parte de la burguesía china. Gradualmente, los intereses de los grandes grupos transnacionales se fueron imponiendo en casi todos los sectores. La entrada de China en la OMC significó el triunfo definitivo del capital monopolista globalizado. La historia había reservado a los capitostes del PCC y al resto del capitalismo “comunista” chino la poco edificante tarea, iniciada por la burguesía compradora prerrevolucionaria, de malvender China, al completo, al imperialismo extranjero.
Epílogo sobre la “espontánea” reforma agraria descolectivizadora: Expulsión planificada de 300 millones de campesinos de sus tierras
En una segunda etapa, una vez aseguradas las reformas capitalistas en el sector industrial, las pequeñas explotaciones de tipo familiar creadas a principios de los 1980s, resultan ahora, según los dirigentes chinos, “improductivas” y habrá que desmantelarlas para concentrarlas de nuevo en beneficio de la eficiencia del poderoso agribusiness chino e internacional (colectivización agrícola globalizada)Aunque muy numerosos, los campesinos ya no tienen el apoyo de los trabajadores urbanos (los trabajadores emigrantes rurales han contribuido a dinamitar sus salarios y condiciones laborales). La burocracia y el capital monopolista, si nadie lo impide, están planeando expulsar de sus tierras a nada menos que 300 millones de campesinos “redundantes”. Cosas del capitalismo.
En 2008 el Comité Central del PCC ya instaba a los campesinos a comercializar sus derechos sobre sus tierras para favorecer la formación de explotaciones a gran escala más eficientes. En octubre de 2013, el Centro de Desarrollo e Investigación, el más importante think-tank gubernamental de la nación, propuso para el 18 Pleno del Comité Central del partido (noviembre), permitir que los agricultores puedan vender, arrendar o transferir sus tierras. También propuso que el gobierno debería establecer un mercado unificado de tierras en todo el país. La Bolsa de Pekín reaccionó con fuertes subidas del negocio agrario ante tales perspectivas. La espontaneidad, de nuevo, parece que va a brillar por su ausencia.
En conclusión
Bruce P. Jackson (Hoover.org): “La Rusia post-soviética es un primitiva forma de capitalismo mercantil y Putin es el arquitecto de un sistema capitalista oligárquico estatal único de Rusia.”
En Rusia, un tipo de capitalismo transitó a otro tipo de capitalismo. El resultado actual no fue el que esperaba el capital monopolista y por lo tanto fue un "fracaso". La burguesía “soviética” acabó reconvertida en una burguesía nacionalista oligárquico-mafiosa que ha impedido hasta ahora el control de los recursos naturales de la zona por parte de los grandes grupos monopolistas transnacionales.
En China las reformas se iniciaron para reforzar y consolidar las posiciones de la burocracia amenazadas por la oposición socialista. Sin embargo, la transición ha acabado librando China a los grandes grupos monopolistas transnacionales (y por lo tanto ha sido "un éxito"), convirtiendo a la burguesía “comunista” china en una réplica de la burguesía compradora anterior a la revolución.
Más información: The Political Economy of Decollectivization in China
Minqi Li: The Rise of the Working Class and the Future of the Chinese Revolution
Fred Engst: Rise Of China