Yanis Varoufakis: "Europa está en proceso de desintegración. La crisis del euro opera con la determinación de una colonia de termitas comiéndose incluso los mismos cimientos hasta que no quede mas que un cascarón vacío de lo que había sido, hasta hace poco, un noble y glorioso ideal de Unión Europea."
G. Soros: “Existe un fuerte paralelo entre la crisis del euro y la crisis de la deuda Latino Americana de los años 80… En la actualidad, Alemania está jugando el mismo papel que jugara entonces el FMI, prestando lo justo, a cambio de fuertes recortes, para que los deudores no se declaren en suspensión de pagos, aunque esto signifique caer en la depresión”
Boris Kagarlitsky (Russia in Global Affairs): "En la fase actual del capitalismo las élites dirigentes han perdido el norte y cualquier atisbo de comprensión a cerca del significado de responsabilidad social, y son incapaces de tomar cualquier tipo de decisiones o medidas en favor, incluso, de sus propios intereses estratégicos a largo plazo."
El euro-gheto
Los últimos estertores de la moneda europea
Los primeros compases de la película “El pianista” dirigida por Roman Polański, reproducen el tiempo transcurrido entre la entrada de los alemanes en Polonia (octubre de 1939) y la instauración del Gueto de Varsovia en octubre de 1940, con la familia del pianista pegada a la radio y devorando los periódicos mientras se van sucediendo las cada vez más injustas y duras medidas impuestas por las nuevas autoridades. Algo así está ocurriendo en la actualidad a las familias de la periferia europea.
Como en el caso de Varsovia, se les estigmatiza como vagos, cigarrones amantes del sol y la siesta, escaqueadores, improductivos, manirrotos, latinos, católicos, morenos, ..., para luego arrebatarles todo aquello por lo que merece ser vivida una vida. En Varsovia, los que rumiaban y discutían cada noche las nuevas medidas a publicar al día siguiente eran la administración civil de ocupación, el ejército alemán y las SS (unos insistiendo en reducir las raciones, otros recalculando los réditos a obtener de trabajadores útiles). En la actualidad son los agentes de la gran banca y las grandes corporaciones multinacionales, es decir, la Troika, los que discuten como hay que ir administrando la medicina de la “terapia de choque” impuesta a la población para mantenerla (como muy bien estudiaron los sicólogos nazis) en un permanente estado de shok que la debilita, la desconcierta y la hace más vulnerable. En el Euro-gueto también sobra gente. Demasiados pensionistas, demasiados funcionarios, demasiados parados, demasiados indigentes.
Para buena parte de la población europea, el euro se ha convertido en una trampa, en una especie de muro sobre el que los megáfonos vocean rosarios de amenazas para quienes pretendan cuestionarlo. Mientras, los que viven en la zona “acreedora” se sienten algo reconfortados pensando que las terapias que se aplican a la otra zona no se las van a aplicar a ellos, más productivos, más disciplinados, más ahorradores, y además nórdicos y protestantes.
¿Como hemos llegado hasta ahí?
La paradoja keynesiana
Uno de los supervivientes de la 2GM fue el capitalismo. Aunque perdió mucho territorio (países del Este de Europa, China, parte de Corea, colonias, …), y bajo la presión y la amenaza de potentes movimientos anticapitalistas, consiguió sobreponerse reprimiendo su agresividad, al menos en los países desarrollados. Al capitalismo renovado de la posguerra se le ha llamado “capitalismo con rostro humano”, “capitalismo democrático”, “capitalismo del compromiso social”, …
Se trató de una extraña fase en la historia del capitalismo en la que el sistema cedió a las aspiraciones y reivindicaciones socialistas (Estado del bienestar, estabilidad y sueldos dignos) en los países más desarrollados. Además, el modelo keynesiano de gestión económica, introducido por primera vez en Escandinavia en los años 30 como respuesta a la Gran Depresión, aseguró una estabilidad que nunca había registrado el sistema. En tiempos de recesión, cuando la confianza bajaba, los gobiernos aumentaban el gasto en inversión pública, se endeudaban hasta donde fuera preciso para substituir el decaimiento de la inversión privada y recuperar el nivel de la demanda agregada. Por el contrario, en tiempos de inflación, cuando la demanda era excesiva, reducían el gasto público y pagaban sus deudas. Así pues, la clase trabajadora quedaba también protegida de las fluctuaciones del mercado y las crisis.
Este modelo de gestión macroeconómica sólo podía funcionar si el sector público tenía un peso considerable en la economía. En los años inmediatos a la guerra y la reconstrucción, los presupuestos del sector público en los países desarrollados tenían ya un volumen suficiente para actuar como estabilizadores keynesianos. En épocas de guerra, los ricos no se escapan fácilmente de pagar impuestos. La incorporación del Estado del bienestar (por temor al socialismo) a estos abultados presupuestos de posguerra no hizo más que mantener o aumentar esta capacidad. Los tramos altos del IRPF pagaban del 80 al 90% y no había una amplia variedad de paraísos fiscales donde ocultar las ganancias.
Los sueldos decentes y la estabilidad en el centro dieron alas al sistema capitalista. Los trabajadores de los países desarrollados se convirtieron en consumidores en masa de una producción creciente, generando beneficios a gran escala para la clase capitalista.
Paradójicamente, la forzada moderación del sistema debida a la amenaza socialista, favorecía el crecimiento y los beneficios del capital de tal forma que los años 50 y 60 serán recordados como la época dorada del capitalismo.
La transición al capitalismo realmente existente
A partir de finales de los 60 las cosas cambiaron. La prosperidad estaba sacando a la luz a nuevas criaturas. La concentración del capital no se había detenido durante la “época dorada”. Grandes corporaciones estaban abandonando su nicho “nacional” primigenio, rompiendo la madeja de regulaciones e impuestos que impedía su completo desarrollo y emprendían su vuelo multinacional en paralelo a la liberalización del comercio y la globalización de los mercados financieros.
- La estanflación de los 70
La codicia capitalista quería más. En capitalismo, la estabilidad es un accidente. A medida que el capital crecía y se internacionalizaba, las oportunidades de beneficio al margen de las regulaciones (básicamente de carácter nacional) crecían y los dos requisitos del keynesianismo (sueldos decentes y grandes presupuestos públicos) eran un estorbo para sus beneficios.
La resistencia de los trabajadores a perder su empleo y la de los pequeños empresarios nacionales a ceder sus negocios se manifestó, por un tiempo, en la presión popular sobre los gobiernos para mantener el empleo y la actividad mediante las habituales políticas monetarias expansionistas keynesianas. Pero esta vez, como las economías eran más abiertas, buena parte de estos estímulos, en lugar de beneficiar a las empresas autóctonas generadoras de empleo y sueldos, acaban en manos de las multinacionales exportadoras. El país se quedaba con lo más malo de la ecuación: el estancamiento y la inflación.
Cuando la situación se hizo insostenible, con tasas de inflación de dos dígitos en muchos países, el obligado reajuste monetario no hizo más que agravar el estancamiento.
La crisis de 1980-82 y las Reaganomics
La caída en picado de la producción industrial (con las práctica desaparición de sectores tradicionales como la siderurgia, las minas o los astilleros) y del comercio internacional, generaron un fuerte aumento del desempleo hasta cotas no vistas desde la 2GM. Manchester, Liverpool, Newcastle, Charleroi, Lorena, Detroit, …, la creciente geografía de la desertificación industrial a la que se sumaría la desertificación del campo por el abandono de las pequeñas explotaciones agrícolas.
El capitalismo parecía necesitar de un 7º de caballería que viniera a rescatarle. Reagan lanzó una “Guerra de las galaxias”, un programa masivo de rearme, y la señora Thatcher dirigió personalmente una guerra naval contra Argentina. Ambos acontecimientos dispararon en gasto público y el endeudamiento a niveles colosales. Se produjo una cierta reacción económica pero sobre todo una fuerte reacción política, cargando la culpa de la crisis a las políticas keynesianas redistributivas y a los sindicatos.
- Win-win
El impass de la macroeconomía keynesiana dio alas al neoliberalismo. Si se liberaba a los mercados (laborales y financieros) de las regulaciones y de la irracional intervención de los estados, la “eficiencia de los mercados”, devolvería la estabilidad perdida y se volvería al crecimiento. Era una fórmula win-win, en la que todos los actores ganarían.
La realidad transcurría por derroteros muy alejados del win-win teórico que se enseñaba en las cátedras de economía. Durante los años 80, la gran banca y diversas multinacionales colaboraron de común acuerdo para desfondar los presupuestos y apropiarse de las industrias y recursos “nacionales” de muchos países endeudados (crisis de la deuda LA), sometiéndolos a tremendas terapias de choque “win win” tras caer en las redes del FMI. Parecía un gran ensayo general para la función que tendría lugar en Europa algunos lustros más tarde.
Pesaron más los ataques al estado del bienestar y la reducción del salario real que los cuantiosos dividendos de la reconquista capitalista del antiguo bloque soviético y China. La demanda seguían renqueante y de nuevo había indicios de sobrecapacidad. Los índices de crecimiento de la “época dorada” pasaron a ser un recuerdo en la nostalgia.
- Las felices burbujanomics (el keynesianismo privatizado)
La financiarización consiguió durante una década más mantener la demanda agregada. La desregulación financiera había generado enormes excedentes de capital financiero que se quedaban sin colocación a causa de la endeblez de la economía real. La mala experiencia de los préstamos a países en desarrollo de los años 80 agudizó las dotes de la ingeniería financiera de forma que a finales del siglo XX existían ya un montón de “productos financieros” que se vendían como capaces de generar buenas ganancias con un riesgo casi inexistente. Préstamos a estudiantes, tarjetas de crédito, hipotecas subprime, …, se titulizaban como si fueran bonos u obligaciones y se vendían como si fuera deuda pública, con triple A, a los hambrientos inversores. Estudiantes, amas de casa, emigrantes, …, que nunca hubieran pensado en endeudarse, acababan siendo perseguidos por comisionistas para endosarles préstamos.
Fue la cuadratura del círculo. Los capitalistas acaparando toda la riqueza y el resto endeudándose hasta las cejas para retrasar el descalabro de la demanda agregada (keynesianismo privatizado). Fueron unos años felices como lo fueron los años 1920s. Pero iban a ser definitivamente los últimos años eufóricos del capitalismo.
El capitalismo realmente existente
Nada nuevo en la historia del capitalismo. Cuando amenaza la crisis de sobreproducción y el capital no encuentra colocación en la economía real, se lanza a la especulación y sobrevienen las burbujas. Finalmente, cuando pincha la burbuja sobreviene la depresión.
Lo nuevo de la crisis actual es que el capitalismo ya no está en una fase juvenil (aquella en la que predominaba la pequeña empresa y funcionaba una cierta competencia), fase que aún permitía la recuperación del sistema tras un duro período de “destrucción constructiva”; ni tampoco en una fase madura (con grandes corporaciones monopolistas operando sólo a escala nacional) en la que la recuperación era más exigente y requería guerras mundiales; sino que estamos en la fase senil, en la que el capital se ha concentrado en unas pocas grandes corporaciones multinacionales que gobiernan y dictan su voluntad a los estados, que funcionan al margen de sus regulaciones, que se “autorregulan” voluntariamente y que pueden permitirse “ir de compras” por el planeta a ver que Estado les ofrece mejores condiciones.
Multinacionales abandonando su fase de crisálida en sus países de origen
En un análisis exhaustivo sobre un conjunto de 43.060 compañías transnacionales, se ha aislado la existencia de un núcleo interrelacionado de 1.318 multinacionales que acaparan el 80% del total de las ventas de la muestra y un núcleo duro de sólo 147 multinacioneles estrechamente vinculadas entre sí, todas ellas con participaciones cruzadas, que concentran más del 40% de la riqueza del total de la muestra.
Las grandes grupos empresariales multinacionales ya no necesitan demasiado de lobbyistas o intermediarios para hacer valer sus intereses sobre gobiernos y parlamentos. Su enorme poder les permite imponer a sus propios “tecnócratas” que diseñan e implementan las políticas de los estados de acuerdo con sus intereses. La máxima "lo que es bueno para las grandes corporaciones es bueno para el país" ya no funciona de ninguna manera cuando se trata de corporaciones transnacionales.
En general, durante la fase madura del capitalismo, con monopolios “nacionales” trabajando de mutuo acuerdo con los gobiernos nacionales, los políticos experimentados podían tener más peso en las decisiones clave que los grandes magnates. En Alemania, aunque los consejos de administración de las grandes corporaciones apoyaron la escalada de Hitler, era el Fuhrer el único director de orquesta y más de un empresario fue a la cárcel o directamente liquidado.
En la actual fase senil del sistema, cualquier gobierno, por poderoso que pueda parecer, se ve obligado a obedecer, sin rechistar, a los dictados de los grandes magnates, bajo la amenaza de deslocalización, retirada inmediata de capitales, acoso de “los mercados”, etc. Los cada vez más debilitados estados se están convirtiendo en utensilios de usar y tirar.
Ante la pasividad ciudadana, desorientada o adormecida por los medios de comunicación en manos de unas pocas multinacionales, los consejos ejecutivos de las grandes corporaciones se convierten en los verdaderos actores políticos del panorama internacional. A los débiles gobiernos no les queda otro remedio que competir entre ellos para atraer a estos esquivos protagonistas. A los partidos políticos tradicionales no les queda más que adaptarse a sus exigencias planteando programas casi mellizos, aunque los vistan de maneras diversas, o sencillamente traicionar, comiéndose sus promesas electorales una vez en el “poder”.
La democracia sustituida por la sumisa esperanza rumiante respecto al grado de responsabilidad social que las eficientes y autoreguldas multinacionales deseen asumir según los códigos de buena conducta y demás proclamas responsables relacionadas en sus respectivas páginas web.
¿A la espera de una “solución desde arriba”? El plan de Soros
La crisis se presenta como algo tremendamente complejo y los únicos capaces de desmadejar el lío serían esos mismos magnates multinacionales que se han quedado solitos en la cabina de mando. Pero, ¿y si no saben?
En las escuelas de negocios se enseña que las corporaciones deben hacer gala tanto de su eficiencia mercantil como de su “responsabilidad social” y en sus páginas web están colgados maravillosos códigos éticos. Pero ¿y si no tienen responsabilidad social?
Los grandes grupos corporativos de la fase madura del capitalismo no eran indiferentes a los ciclos económicos. Las crisis podían beneficiar a algunos de ellos pero la mayoría se sentían amenazados por la inestabilidad de la depresión. Pero ¿y si en la fase senil del capitalismo las grandes multinacionales (financieras y no financieras) que detentan todo el control, han alcanzado tal tamaño que ninguna crisis las amenza? ¿Y si resulta que sí son indiferentes a la crisis, pues siguen aumentando sus beneficios en medio de la crisis gracias al control que ejercen sobre los precios (un ejemplo cercano sería el precio de la gasolina y la electricidad en España)?
Las grandes corporaciones multiancionales nadan en océanos de liquidez. En recesión y con exceso de capacidad, no invierten un duro de sus crecientes beneficios gentileza de las terapias de choque de la crisis. Los principales grupos europeos, a finales de septiembre de 2012, atesoraban bajo sus nalgas más de 700.000 millones de euros (disponibles, en todo caso, para especular en alguna nueva burbuja que se tercie).
Soros tiene un plan
George Soros, que hizo fortuna dirigiendo un raid de derivados financieros contra la Libra Esterlina a finales de los 90 forzándola a devaluar y salir del Mecanismo Europeo de Tipos de Cambio (una especie se sistema monetario europeo previo al nacimiento del €), parece querer contradecir las dudas expresadas más arriba.
Soros es uno de los principales responsables (y beneficiarios) de la desregulación y la financiarización, un experto en planear terapias de choque (Polonia, Rusia, ... ) y terapias genocidas (Yugoslavia).
Soros se muestra sin embargo honestamente (responsabilidad social?) preocupado por una situación que no deja de reportarle enormes ganancias, pero que cree que está alcanzando una dimensión demasiado explosiva. Titula su plan: “La tragedia de la UE y cómo resolverla”.
Soros parece ser consciente de la trágica situación de la Unión Europea:
El BCE no está manteniendo vivo al euro sino más bien impidiendo que la diñe. El Euro es una moneda zombie cuyo objetivo ya no es monetario sino acelerar el traspaso de la deuda privada tóxica al sector público, (España, en eso, iba retrasada con respecto a Irlanda), sangrar todo lo que se pueda a los PIIGS y efectuar un rápido vaciado de todo lo público privatizable de la periferia.
En lugar de constituir la sangre que debería dar vida al tejido económico, el € se ha convertido en una criatura chupasangre. Los bancos europeos lo saben y están tratando a las economías de la Eurozona como si ya se hubiera roto y han cerrado la vía del crédito privado entre países.
El euro cadáver monetario está entubado y sometido a sucesivas transfusiones:
- LTROs: Entre diciembre de 2011 y febrero de 2012 el BCE imprimió un billón de € para prestarlos a la banca insolvente europea ( tres años al 1% de interés a cambio de un colateral sin valor). El 30% del dinero recibido por estos bancos lo prestaron a España e Italia consiguiendo prolongar la agonía de la Eurozona unos meses más.
- La "voluntaria" suspensión parcial de pagos de Grecia en marzo de 2012 con el traspaso del riesgo del prestamistas privados a la Troika. Un sorprendente proceso "controlado" de quita que ha dejado a Grecia con un peso de deuda pública a finales de 2012 superior al que soportaba a finales de 2011.
- Outright Monetary Operations (OMTs). En agosto de 2012 el BCE anuncio que estaba preparado para comprar cualquier volumen de deuda pública española o italiana en el mercado secundario que fuera preciso para contener la subida de la prima de riesgo y los intereses a pagar por estos países. Las OMTs implican condicionalidad (recortes) para los países implicados.
George Soros, comienza recordando (sospechosamente) que “he sido siempre un ferviente defensor de la Unión Europea, una voluntaria asociación de estados iguales que rindieron parte de su soberanía en aras al bien común” y propone su plan para que Europa no caiga en una profunda depresión.
Según Soros, la crisis del euro no es el resultado de un plan deliberado sino el de una serie de fallos cometidos por “la precipitación” en la creación de la moneda única. Nadie tuvo la culpa.
¿No es la “precipitación” o la “la rapidez” en las “terapias de choque” una sospechosa estrategia de manual de la universidad de Harvard, diseñada, experimentada y perfeccionada para dejar sin poder de reacción a los ciudadanos (Naomy Klein)?
¿Se podía esperar cualquier otra cosa de la codicia y avidez de un puñado de bancos y multinacionales en los puestos de mando de las instituciones europeas que sacaron sustancial tajada con la “precipitada” creación de la Eurozona?
Apunta, certeramente, que Alemania sería la principal perjudicada por la desaparición del euro y que continuará haciendo el mínimo necesario para evitar el colapso.
Propone dos salidas:
a) Que Alemania salga del euro
Se suma a los que afirman que la salida de Alemania de la Eurozona sería la única manera de asegurar su supervivencia. Si Alemania abandona el euro, éste se depreciaría de inmediato, favoreciendo las exportaciones de la periferia y equilibrando las balanzas comerciales de la UE.
De golpe, los países periféricos se habrían calzado las botas de la ansiada productividad/compititividad perdidas. El problema del endeudamiento también mejoraría puesto que la deuda continuaría siendo, a todos los efectos, denominada en euros, y al depreciarse el euro disminuiría el valor real de dicha deuda.
La nueva zona euro devaluada quedaría libre para hacer efectiva la mutualización de la deuda (eurobonos)
Soros observa un claro paralelo entre la crisis de la deuda europea actual y la crisis de la deuda latinoamericana en los 80. Sin embargo, de nuevo intenta confundir a actores y responsables. El beneficioso papel para la banca (nefasto para la población) que jugó el FMI (el instrumento de los mercados y las multinacionales) lo atribuye ahora al conjunto de la “nación alemana” en lugar de a sus amigos, los “grandes bancos alemanes”, que están imponiendo el austericidio y la vuelta al subdesarrollo a los países endeudados de la periferia.
Afirma que esta salida beneficiaría a los que se quedan (y esto convertiría a Francia en el nuevo líder de la nueva Eurozona) y perjudicaría a los que marchan (seguramente Soros está pensando en sus amigos, los banqueros y multinacionales alemanas)
b) Que Alemania continúe en su papel hegemónico pero de forma más benevolente (más Europa)
Es decir, que Alemania asuma las responsabilidades y obligaciones de una nación líder en la tarea de devolver la estabilidad financiera y el crecimiento económico al conjunto de la Eurozona.
Esto se conseguiría
1. Estableciendo unas nuevas reglas de juego que permitieran a todos, tanto países acreedores como países deudores, refinanciarse en condiciones parecidas.
2. Permitir niveles de inflación (para Alemania incluida) por encima de los límites actuales.
Ambos objetivos sólo serían alcanzables tras un considerable progreso hacia una unión política.
Esto implicaría la creación de una Autoridad Fiscal Europea que absorbería a las agencias de rescate europeas (EFSF y ESM), se financiaría con una parte proporcional del IVA y actuaría de común acuerdo con el BCE.
La AFE sería la encargada de resolver el punto 1. Adquiriría toda la deuda en exceso del 60% del PIB de los países miembros a través de un Fondo de Reducción de Deuda que se financiaría, bien a través del BCE, bien emitiendo sus propias obligaciones (que podrían acabar convirtiéndose en eurobonos, mutualizando así la deuda europea de forma permanente.
Conclusión
Soros no cree que ni una ni otra de las salidas que propone puedan ser adoptadas en el marco democrático actual y apela, sin cortarse un pelo, a la presión que puedan ejercer, de común acuerdo, la “comunidad de los negocios” y la “sociedad civil” (sic!).
Como pasa con la mayoría de los analistas, el big business no juega ningún papel especial en el análisis de Soros sino es para aparecer en este final sorprendente. Sólo a una alta sensación de impunidad, gentileza del buen trabajo de la industria de la información, puede atribuirse tal grado de provocación.
La cada vez más monopolizada industria de los medios de comunicación (en la Organización Mundial de Comercio se están proponiendo nuevas normativas que obliguen a todos los países a permitir la entrada sin ningún tipo de restricciones de los grandes conglomerados mediáticos y prohibir cualquier tipo de subsidios a las cadenas públicas) tiene el encargo de fabricar “la realidad” para sus consumidores.
La crisis que se vende (el marketing ya ha incorporado plenamente el término en sus campañas) no tiene nada que ver con la concentración del capital y las multinacionales. Es una crisis inexplicablemente sobrevenida, una crisis pasajera, en forma de U, remontable, incluso, si lo miramos bien, beneficiosa para un futuro mejor. Se trata de una crisis sin adjetivo, sin causas claras, sin una gestación comprensible, y, por supuesto, sin responsables (o todos responsables de alguna manera).Ocurre como en los thrillers donde el asesino nunca da la cara.
El avance del nacionalismo en sus diversas variantes asusta al big business a pesar de que siguen obteniendo o incluso aumentando sus beneficios con la crisis. Pero lo que más asusta al capital es la vuelta del internacionalismo. Las últimas movilizaciones coordinadas de esta semana en Portugal, España, Italia, Grecia, Bélgica e incluso en Alemania y Polonia, son las que marcan el verdadero camino para salir de la crisis. Los trabajadores de Wal-Mart, al otro lado del Atlántico están haciendo huelgas, en cientos de grandes superficies contra la empresa que junto a Wall Street constituye la esencia del capitalismo senil. El black Friday 23 de nov. (el día del consumidor desbocado) amenazado a las mismas puertas del olimpo consumista.
Pero la sociedad civil, los sindicatos y los partidos políticos, deben tener presente que el big business que invoca como “aliado” el señor Soros, es el enemigo a batir, es el causante de la crisis y, de momento, es el único piloto en la cabina de mando de una nave camino de estrellarse.
Respecto a los oligopolios energéticos en España recomiendo el "Salvados" de esta noche