M. Lebowitz:"Comprender que el capitalismo es una sociedad perversa que deforma a la gente y que el capital en sí mismo es el resultado de la explotación, sin embargo, no es suficiente. Si la gente piensa que no hay alternativa, entonces intentarán buscarse la vida dentro del capitalismo sin perder tiempo y energía tratando de conseguir lo imposible"..."Es por esto que la historia de la caída del "Socialismo Real" es tan importante. Se utiliza como "relato aleccionador" - el socialismo, nos cuentan, no puede triunfar. Fue todo una mentira. Las alas eran de cera y no servían para bolar. No hay ninguna alternativa. Para la mayoría, la historia del "Socialismo Real" mató la idea de una alternativa socialista".
G.M. Tamás (Contando la verdad a cerca de las clases sociales): "Un cambio en la titularidad legal de los medios de producción, desde manos privadas a manos del estado, significa tan poco para los trabajadores como el paso de la propiedad de su empresa, de manos de una familia, a manos de una multinacional. La expropiación de los “expropiadores” no pone fin a la alienación, y, la alienación es la esencia del sistema capitalista. Así pues, la ilusión de que el capitalismo fue alguna vez derrotado esta ligada a una falsa concepción de su naturaleza".
"La Transición", la “Gran Transformación”, que se vendió como un proceso relámpago hacia el santo grial capitalista, se ha convertido en un larga travesía del desierto en pos de un espejismo que se aleja cuanto más avanzamos. La "Gran Transformación", que adoptó connotaciones quasi bíblicas en el discurso político e institucional, fue en realidad la Gran Desposesión, la Gran Ocupación, el sometimiento absoluto bajo el yugo de las grandes corporaciones multinacionales. Aún hoy día, más de 20 años después, con toda Europa del Este y los Balcanes formando parte de una sub-periferia ocupada por el mercado neoliberal europeo, y sin otra perspectiva que acatar los caprichos de un sistema socialmente desestructurador, el desgastado discurso oficial sigue insistiendo aún en la "Transición incompleta".
"Socialismo" o "capitalismo"
G.M. Tamás (Un capitalismo puro y simple): "No cabe ninguna duda a cerca de la persistencia de las clásicas características capitalistas en los regímenes del antiguo bloque soviético: trabajo asalariado, economía mercantilizada, división del trabajo, obligación de trabajar, subsunpción respecto al capital, dinero, renta, derecho romano concerniente a la propiedad, jerarquía en el consumo, fuerte distinción entre trabajo manual y trabajo intelectual, horrenda desigualdad, represión de la resistencia obrera, supresión de la autonomía de la clase obrera, familia patriarcal represiva, trabajo doméstico femenino no remunerado, opresión política e ideológica, creciente estatismo nacionalista, discriminación étnica y racial, censura contra el arte emancipatorio y las ciencias sociales, y, por supuesto, explotación salvaje."
La "caída" de los regímenes del bloque del Este en 1989 significó, para muchos, que no había ya nada más allá del horizonte capitalista. En realidad no era socialismo lo que colapsó sino una especial variante del modelo capitalista.
El denominado "socialismo realmente existente" era en realidad un capitalismo de estado en el que una clase privilegiada, propietaria "colectivamente" de los medios de producción, controlaba y dirigía el proceso productivo, y arramblaba con la mejoror parte del excedente económico producido. Un capitalismo burocrático que utilizaba la etiqueta "socialista" para desorientar, combatir y dominar a la clase obrera.
Un capitalismo de estado caduco, nacionalista, fundamentalmente proteccionista, y a la defensiva, en un entorno amenazador que se globalizaba por momentos.
Como queda claro en el caso de China, la etiqueta roja era perfectamente reversible. La gobernanza totalitaria resulta perfectamente reconciliable con la más salvaje versión del capitalismo monopolista realmente existente, y "coexiste" perfectamente con ella.
La revolución socialista democrática se intentó en Polonia y en Hungría en 1956. De nuevo en 1968, esta vez en Polonia y en Checoslovaquia, pero fueron aplastadas.
La famosa "Transición" consistió en el cambio de un tipo de propiedad privada (colectiva) por otro tipo de propiedad privada (multinacionales), cambio que manifestaba la definitiva subyugación/integración al capitalismo monopolista globalizado de unos capitalismos nacionales a la soviética, que se habían resistido hasta entonces a la globalización neoliberal. De ahí la cada vez más evidente sensación de neo-colonización que embarga a la población de estos países.
Postestalinismo
En 1918 la economía rusa estaba destrozada tras su participación en la 1a G.M. y en situación de guerra civil. Los bolcheviques optaron por imponer un sistema calcado del "socialismo de guerra" alemán - "capitalismo de guerra" hubiera sido más correcto - que implicaba el control gubernamental en casi todas las ramas industriales. El estado alemán fijaba precios, se apropiaba de toda la producción y establecía controles de racionamiento de alimentos para la población. El estado reemplazó los mecanismos de mercado por la planificación centralizada y favoreció la creación de monopolios industriales.
Como en la Alemania de la 1a G.M., todo el país de los soviets se convirtió en una macrocorporación con dirección centralizada. El estado estalinista acabó con el régimen feudal que atenazaba al imperio ruso, utilizando la retórica socialista para acelerar la transición al orden capitalista, recuperando las etapas perdidas frente al resto del orbe capitalista que amenazaba con someter a Rusia y sus satélites en una zona colonial.
La dictadura estalinista secuestró la democracia en la URSS y sus satélites. La perpetuación del régimen burocrático exigía crecientes dosis de terror cuyos zarpazos amenazaban a la misma nomenklatura.Tras la muerte del dictador en 1953, se produjo una movilización generalizada contra el régimen autocrático. La burocracia descargó toda la responsabilidad en el difunto (“desestalinización”) pero la gente quería más y la burocracia temía perder el control, con lo que el sistema entró en una fase de zig-zag permanente.
El estado del bienestar soviético
La burocracia, que veía cuestionado su papel, cedió en el terreno económico pero enfrentó cualquier intento real de democratización. Algo parecido a lo ocurrido en España durante las dos últimas décadas de la dictadura de Franco.
Se redujo la enorme diferencia que había entre las rentas y privilegios de la nomenklatura y el resto de la población. Aumentaron los salarios y las pensiones, se redujo la edad de retiro, se procedió a la construcción acelerada de viviendas, se redujo de la jornada laboral de 48 a 42 horas semanales y el sábado pasó a ser día no laborable, se estableció el derecho a las vacaciones pagadas. Millones de personas fueron liberadas del Gulag y rehabilitadas.
Las ventajas para los trabajadores de esta versión "soviética" del estado del bienestar implicaban un trasvase de recursos en detrimento de los emolumentos que la nomenklatura se había reservado hasta entonces. El automóvil dejó de ser un lujo al alcance de unos pocos y se popularizó el uso de electrodomésticos y televisores al tiempo que las viviendas "comunitarias" (con cocinas compartidas, ... ) dejaban paso a la generalización de las viviendas unifamiliares. Los productos occidentales, anteriormente reservados para el consumo privado de la nomenklatura, empezaron a ser accesibles para un sector creciente de la población.
La disminución relativa de las rentas apropiadas por la nomenklatura implicó que la solidez del grupo privilegiado empezó a resquebrajarse y se generalizaron las disputas entre distintos grupos por un pastel que menguaba progresivamente. Aparecieron facciones enfrentadas donde antes había reinado una unidad monolítica.
Socialismo y democracia
Revolución en Polonia. Poznan 1956
Tras la muerte de Stalin en marzo de 1953 y el discurso secreto de Nikita Khrushchev, las aspiraciones democráticas resurgieron en todos los países bajo control soviético.En junio de 1956 las protestas de los obreros polacos de Poznań fueron reprimidas violentamente con numerosos obreros muertos y heridos. En octubre, Moscú cedió a la presión y aceptó el nombramiento del reformista Władysław Gomułka como nuevo primer secretario del Partido Comunista Polaco.
Los cambios políticos de 1956 en Polonia crearon expectativas de reformas sustanciales según el prototipo yugoslavo (sindicatos, autogestión). Por desgracia, pronto se reveló que las nuevas autoridades no tenían la intención de efectuar cambios significativos en la política y el sistema económico. Aunque ciertas instituciones asociadas al aparato estalinista se disolvieron y la sociedad quedó parcialmente abierta al contacto con los europeos, los cambios no afectaron a la esencia del sistema.
Revolución en Hungría 1956
Hungría, un país de frecuentes revoluciones, fue el segundo “satélite” en revelarse.
Tras el descalabro en la 1ª G.M. (Hungría perdió los 2/3 de su territorio y se quedó sin salida al mar) habían triunfado sucesivamente dos movimientos revolucionarios, la revolución de los Crisantemos en 1918, que instauró la República Democrática de Hungría (socialdemócrata), y la revolución socialista liderada por Béla Kun en marzo de 1919, que instauró la República Soviética de Hungría que sucumbiría con la entrada de las tropas rumanas en Budapest aquel mismo año.
Budapest 1956
El 22 de octubre de 1956, los estudiantes de la Universidad Técnica de Budapest compilaron una lista de 16 puntos exigiendo diversas demandas democráticas. Los intelectuales del círculo Petöfi y la Unión de Escritores, se sumaron a las exigencias. La manifestación de estudiantes del 23 de octubre frente al parlamento de Budapest acabó sumando más de 200.000 personas que derribaron la ignominiosa estatua de Stalin frente al Danubio. Cuando los manifestantes se dirigieron al edificio de la radio la policía secreta disparó. Los militares llamados a auxiliar a la policía se pasaron a las filas de los insurrectos y les cedieron sus armas. El edificio de la radio fue tomado. El 24 de octubre la guarnición rusa entró en la ciudad pero se encontró con barricadas y una fuerte resistencia armada y tuvo que retirarse. A medida que la rebelión se extendía por el país, la disciplina del ejército húngaro se desintegró y muchos militares acabaron apoyando la insurrección. Mientras proseguían los combates en la capital, consejos revolucionarios se levantaron por todo el país asumiendo la autoridad local y convocando una huelga general revolucionaria.
El 28 de octubre el comunista reformista Imre Nagy, asumió la jefatura de un nuevo gobierno nacional con un programa que convertiría al país en una democracia social multipartidista y neutral, fuera del Pacto de Varsovia.
La burocracia soviética optó por aplastar a Hungría para evitar la propagación de la rebelión democrática.
Comunismo goulash
Zsuzsanna Clark: "Los políticos reformistas se refieren sarcásticamente a la "prisión de terciopelo" refiriéndose a la Hungría de los años 1960-1989. Sin embargo se han creado una prisión propia, donde grandes sectores de la población han sido vendidos a las multinacionales extranjeras, que controlan el 70% de la producción nacional y amenazan con deslocalizar ante cualquier intento de mejora en los salarios o los derechos de los trabajadores. El marido de mi mejor amiga trabaja para una empresa multiancional, y cuenta que el número de visitas al baño son estrictamente cronometradas y tomarse una pausa para el almuerzo es visto como muestra de falta de compromiso con la empresa. Todo está muy lejos de las paternalistas empresas estatales de hace 20 años, con sus guarderías, comedores subvencionados, casas e instalaciones deportivas gratuitas".
"Cuando la gente me pregunta cómo era crecer en Hungría en los años 1970 y 1980, la mayoría espera escuchar las historias de la policía secreta, las colas del pan y otras manifestaciones desagradables de la vida en un estado de partido único. Quedan invariablemente decepcionados cuando les digo que la realidad era muy diferente y que Hungría comunista, lejos de ser el infierno en la tierra, era en realidad más bien un buen lugar para vivir."
A principios de los 1960s, el gobierno húngaro, para reducir la manifiesta hostilidad de la población tras la represión de la revolución de 1956, dio un giro a su política declarando una amnistía general e introduciendo cierta liberalización en el sistema económico (no tanto en el político). En 1966 se aprobó el “Nuevo Mecanismo Económico” que liberalizaba y descentralizaba la economía para asegurar más estabilidad política. El objetivo era el de mejorar la economía húngara para hacerla más competitiva en el mercado global.
El Nuevo Mecanismo Económico se utilizaría como ensayo para futuras posibles reformas de más envergadura en todo el ámbito soviético (Perestroika).
• Descentralización: abandono de la planificación central compulsiva. Las decisiones básicas se tomaban ahora en el nivel local y ya no era preciso transmitir la información hacia arriba, a los órganos de planificación central. Las empresas podían decidir qué, cómo y cuanto producir y vender, así como establecer libremente relaciones comerciales. En 1968 el gobierno adjudicó el 50.5% de las inversiones (las empresas el 49.5%) en 1974 las empresas decidían ya el 53.1% el total invertido.
• Se introdujo un sistema de precios libres aunque los de los productos más básicos eran fijados o sometidos a cierto límite.
• Incentivos económicos: la obtención de beneficios constituye el mejor indicador de eficiencia y el objetivo principal las empresas.Uso de estos beneficios para aumentar la inversión de las empresas.
• Se dio libertad de contratación de personal a las empresas.
• Se produjo una apertura al exterior, con libertad para comprar productos de importación, tanto por parte de los consumidores como de las empresas. Los viajes hacia el oeste sólo se permitían cada dos años.
• Se permitió la operativa de pequeños negocios privados en el sector servicios. Se permitió a las cooperativas agrícolas dirigir negocios auxiliares como el procesamiento de alimentos, industrias de servicios e incluso industria ligera.
En el "comunismo goulash" húngaro (1960-1989), teatros,salas de óperay salas de conciertoestabanfuertemente subvencionados, con lo que los precios estaban a un nivelque todospodían permitirse. La publicación de librosestaba apoyadode manera similar, por lo quelos precios se manteníanbajos, proliferabanlas librerías y la lectura se convirtió en unaobsesión nacional. En la actualidad capitalista realmente existente, gran parte de este patrimoniocultural hasido destruido.Museos, teatros, cines y galerías han tenido que nadar o ahogarse en el nuevo "realismo" económico con entradas sólo para ricos (o turistas alemanes) que puedendarse el lujo deira la ópera.
Retirando alambradas en la frontera con Austria en 1989
El comunismo goulash no se entendería sin la presión democrática creciente en todo el ámbito soviético y en especial en Hungría donde una considerable porción de la intelectualidad postulaba la necesidad de un socialismo democrático.
El comunismo goulash inspiró la perestroika y la glasnots de Gorbachov y contribuyó directamente a la caída del muro de Berlín al desmantelar las barreras de su frontera con Austría permitiendo a los "turistas" de Alemania del Este el libre tránsito hacia occidente.
Hoy los húngaros tienen el derecho teórico a viajar hacia el oeste cuando quieran, sin embargo, la caída de los salarios reales ha sido tan dramática que muchos de ellos no pueden ni permitirse ir al lago Balaton. Los húngaros que supieron luchar contra tantas ocupaciones, incluida la ocupación soviética, están ahora extrañamente silenciosos cuando el país está efectivamente ocupado y controlado por la tropa de los monopolios transnacionales, las instituciones financieras de Nueva York y Londres, y los burócratas no elegidos de Bruselas y el FMI.
La primavera de Praga 1968
En Abril de 1968, Alexander Dubček, el 1r secretario del partido comunista checoslovaco, planteó un programa progresivo de liberalización que incluía amplia libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de movimientos, posibilidad de multipartidismo político y reformas económicas descentralizadoras. Planteaba una transición política hacia un sistema con elecciones libres que asentaran al sistema socialista sobre bases plenamente democráticas. Dubček planteaba que su programa de acción tenía como objetivo un “socialismo con rostro humano”.
La presión popular empezó a exigir que las reformas se implementaran de inmediato. El 27 de junio Ludvik Vaculik, un conocido autor y periodista, publicó un manifiesto llamando al pueblo a tomar la iniciativa en la implementación del programa de reformas. Se publicaron fotos de líderes comunistas que habían sido purgados, encarcelados o ejecutados y así borrados de los libros de historia oficiales.
El Kremlin y los intereses de la nomenclatura podían permitir, y hasta cierto punto digerir, reformas de tipo social y económico, pero las reformas democráticas eran otro cantar. Dejó claro su intención de intervenir en caso de que un país del Pacto de Varsovia instaurara una democracia pluripartidista. El 21 de agosto tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia.
La invasión estimuló la disidencia en Hungría, Polonia y la misma URSS donde se organizó una manifestación de protesta en la misma Plaza Roja de Moscú.
En noviembre de 1968 cerca de 60.000 estudiantes participaron en una sentada en el centro de Praga en favor del programa de Dubček. Los obreros metalúrgicos (1 millón) amenazaron con ir a la huelga. De inmediato les apoyaron los del sector de la construcción (300.000), los del ferrocarril (180.000) y los campesinos (200.000). El mismo Dubček tuvo que intervenir (en TV) para apaciguar los ánimos. En marzo de 1969 se realizó una manifestación de protesta contra la invasión en Praga, con más de 150.000 personas y en el primer aniversario de la invasión 120.000 personas se manifestaron en las calles de la capital, levantando barricadas, provocando la intervención de tanques.
Tras la represión, al igual que en el caso de Hungría en 1956, la burocracia subió los salarios, aseguró una producción adecuada de alimentos y permitió a la población ampliar la gama de bienes de consumo disponibles, incluidos los automóviles, y se autorizó incluso la construcción se segundas residencias campestres para pasar las vacaciones (a diferencia de otros países del Este, el endeudamiento exterior continuó siendo moderado).
De nuevo Polonia 1968
Repetidos problemas de abastecimiento en bienes de consumo culminaron a finales del 1967 en una nueva "crisis de la carne". La burocracia respondió atacando a los "disidentes" y a una supuesta conspiración judía. En marzo de 1968, se produjeron por todo el país protestas y ocupaciones por parte de estudiantes e intelectuales (la marcha polaca), en sintonía con la primavera de Praga, que fueron reprimidas brutalmente. El gobierno mandó a matones disfrazados a las universidades que se dedicaron a pegar a los estudiantes que participaban en sentadas y otras protestas. Miles de estudiantes fueron expulsados.
En diciembre de 1970, el gobierno decidió cerrar algunas empresas deficitarias (astilleros y aeronáuticas), subir los precios de los productos básicos y suprimir la paga extra de Navidad. Las manifestaciones de protesta obrera en Gdansk, Elblag y Szczecin, fueron reprimidas de forma sangrienta. Los manifestantes exigían la legalización de sus organizaciones y comités de huelga no oficiales y la retirada de las subidas de precios. Los obreros atacaron los edificios del partido prendiéndoles fuego. Gomulka denunció que se trataba de una "contra-revolución" y mandó intervenir al ejército (más de 300 muertos).
Ante la magnitud de la revuelta Moscú forzó cambios en la dirección del Partido (Edward Gierek). Las protestas y huelgas continuaron durante todo el mes de enero y febrero hasta que el gobierno cedió anulando la subida de precios en marzo.
Las nuevas autoridades decidieron transformar radicalmente la situación económica de Polonia abriendo su economía al mundo. Se adquirió tecnología occidental a base de créditos. De los nuevos proyectos de inversión, también basados en el crédito, se esperaba conseguir un notable salto en el desarrollo económico. La importación de material industrial y también de productos de consumo (coches, electrodomésticos, ...) se disparó. Los polacos disfrutaban de mayor libertad viajar al extranjero que ciudadanos de otros países de Europa del Este.
Levantamientos obrero en Polonia 1976, ...
En 1975 el gobierno polaco, acuciado por los acreedores, sobre todo bancos alemanes (cerca del 60% de las divisas obtenidas por las exportaciones polacas servían para pagar los intereses y amortizaciones de la deuda externa), anunció drásticas subidas de los precios de los productos básicos y de primera necesidad. Esta vez la revuelta, de manifiesto signo obrero, se extendió por toda Polonia. En total más de 100.000 obreros fueron a la huelga y consiguieron que las subidas de precios se cancelaran. Los intelectuales se sumaron a las protestas y el movimiento disidente ganó fuerza.
A raíz de estos acontecimientos un grupo de intelectuales comunistas disidentes organizaron el Komitet Obrony Robotnikow (KOR) o Comité para la Defensa de los Trabajadores polacos. El KOR publicó un boletín clandestino en el que los artículos iban firmados por sus autores, desafiando así al régimen (política de activismo abierto). También surgió una organización educativa independiente en 1978, la Towarzystwo Kursow Naukowych (TKN) que organizaba seminarios alternativos (aunque no clandestinos) en apartamentos privados. A pesar de la represión las TKN florecieron y la iglesia les prestó sus inmuebles.
En junio de 1979, el Papa Juan Pablo II visitó Polonia causando un tremendo impacto en el país con asistencia de millones de fieles.
En 1979, el PIB se contrajo por primera vez desde la 2ª GM en un 2%. La situación económica se deterioraba por momentos. Para obtener divisas se vendía energía eléctrica a Austria pero se producían continuos cortes de fluido en los hogares e industrias polacas. El parque de elementos de transporte (carretera, ferrocarril) fallaba por falta de repuestos e inversión. La producción de alimentos era deficitaria por una serie de malas cosechas y la falta de incentivos debidos a los bajos precios de las compras estatales. Lo mejor de la producción agraria procesada (polish ham) se exportaba para obtener divisas. Se eternizaba la falta de viviendas (listas de espera de 10-15 años). Los servicios de salud se había deteriorado notablemente a causa de la falta de medicamentos de importación.La deuda externa escaló a 18.000 millones de $ en 1980 y las condiciones sociales empeoraron.
Mientras tanto, la nomenclatura no escondía sus privilegios y alto nivel de vida (casas excelentes, lujosas villas vacacionales, hospitales exclusivos, … ), los managers de las empresas estatales robaban materiales de construcción de sus factorías y utilizaban a sus trabajadores para obras en sus villas y casas de campo.
Las huelgas se reprodujeron por todo el país. El sindicato no oficial Solidaridad, emergido en las luchas en los astilleros de Gdansk, concentró la organización de las protestas. La huelga finalizó el 31 de agosto de 1980 con la firma del Acuerdo de 21 puntos de Gdansk.
- Derecho a crear un sindicato libre y derecho a huelga.
- Autogestión obrera: Los Consejos Obreros dirigirán las empresas estatales
- Indiciación salarial con respecto a las subidas de precios.
- El Estado deberá consultar con el sindicato Solidaridad y la sociedad en general, acerca de la política económica, restricción de exportaciones, mejora de la oferta de alimentos, abolición de los comercios en moneda extranjera.
- Mejora de las condiciones de trabajo, servicios de salud, oferta de medicamentos. Fiesta los sábados, vacaciones pagadas y aumento de las viviendas disponibles.
- Acabar con la censura.
- Asegurar el acceso a los medios del sindicato Solidaridad y la iglesia.
- Amnistía de todos los presos políticos, readmisión de todos los obreros despedidos, readmisión de los estudiantes expulsados.
En septiembre Gierek dimitió y lo sucedió Stanislaw Kania. Mientras tanto, a principios de diciembre de 1980, tropas del Pacto de Varsovia se disponían a realizar "ejercicios" frente las fronteras polacas y la flota soviética se desplegaba ante la costa polaca. Al final la intervención militar ("operación Karkonose") no se llevó a cabo.
En septiembre de 1981, de nuevo se realizaron maniobras militares ("West-81") cercanas a las fronteras polacas para presionar a las autoridades polacas a imponer la ley marcial y aplastar la revuelta democrática. Finalmente, el 13 de diciembre de 1981, el general Jaruzelski apareció en TV anunciando el estado nacional de emergencia, imponiendo la ley marcial y la ilegalización de Solidaridad. A cambio, un cuantiosa ayuda económica llegó procedente de Moscú.
Las autoridades polacas intentaron una segunda etapa de la reforma económica. Ciertas reformas fueron implementadas, y la más importante de ellas fue la ley de actividad económica que se aprobó en diciembre de 1988, conocida popularmente como la ley Wilczek. La ley, permitía un grado considerable de libertad económica que permitió la creación de muchas empresas privadas. Polonia sería un caso único en el bloque soviético con un significativo sector privado que habría experimentado una notable expansión en los últimos años de régimen comunista.
La "Transición" hacia el espejismo capitalista
Janos Kornai (economista húngaro): “El socialismo era un sistema orgánico, un sistema coherente cuyos elementos estaban orgánicamente conectados y se reforzaban unos a otros. Un sistema que no podía ser reformado parcialmente sino que debía ser reemplazado”
Gábor Vona (Lider del partido ultra nacionalista húngaro Jobbik): "En la actualidad, más y más personas se han dado cuenta de que todo fue una trampa. La Unión necesita mercados, mano de obra barata y un lugar para volcar la basura. ¡Qué ingenuos que fuimos"
A finales de la década de 1980s, la marea democrática había alcanzado tal fuerza y magnitud que ya no era posible la utilización de la fuerza para reprimirla, y las irreflexivas, contradictorias y a menudo caóticas medidas de reforma económica para contener el descontento de la población, no habían conseguido, en general, más que estancamiento económico, déficits presupuestarios, inflación y un creciente endeudamiento exterior .
Una democratización de signo socialista hubiera significado irremisiblemente el fin para la nomenklatura. La asustada burocracia optó por la “Gran Transformación”. No hacía falta ninguna “revolución”. La burocracia (con muchos boletos ganadores para reconvertirse en clase capitalista), en bloque y al unísono, abrió las compuertas de par en par a la penetración del deseado sistema capitalista.
La “Gran Transformación” se planteó (y sigue planteándose aún en el discurso académico) como el paso del sistema comunista “realmente existente” a un sistema capitalista idealizado irrealmente existente. La “Gran Transformación” se vendió como una especie de rápida y exitosa travesía del desierto hacia la Tierra Prometida del mercado liberal capitalista.
Los submarinos de la "Gran Transformación"
La "Transición" se planteó, en general, como un proceso a tutelar y supervisar por “expertos” tecnócratas occidentales para sacarlo de la supervisión y el tutelaje de las instituciones democráticas.
Desde hacía años, frente a las luchas democráticas contra las dictaduras militares bananeras, habían ido apareciendo en escena una serie de extrañas “fundaciones” y ONGs con rimbombantes nombres y apellidos como Open Society Institute (G. Soros), National Endowment for Democracy (CIA), USAID, Ford Fundation, …, cuyo objetivo bananero era el mismo que el de las dictaduras, pero utilizando medios más sutiles.
Según M. Carl Gershman, presidente de la NED desde 1984, su fundación ha de proporcionar financiación a las ONGs que hacen frente a gobiernos "semi-autoritarios que se oponen a la libre empresa, a la entrada de inversiones extranjeras, a la economía de mercado, ..."
El discurso neoliberal promovido por tales agencias se readaptó para colaborar en la “transformación” de los ciudadanos de los países de Europa del Este con un despliegue de medios sin precedentes. En 1984 la NED distribuyó ayuda directa para financiar sindicatos, periódicos y grupos de oposición en Polonia.
El multimillonario de origen húngaro G. Soros, un verdadero submarino de los rallies especulativos, ha intervenido, a través de su gran telaraña de fundaciones, de forma sigilosa pero decisiva, en la planificación e implementación de la “Gran Transformación” en la mayoría de países del centro y este de Europa. El Open Society Fund (1979) empezó a replicarse a finales de 1993 hasta abarcar 24 fundaciones repartidas por Europa Central y Oriental, así como en África del Sur y Haití. Todas estas fundaciones se dedican a promover la "economía de libre mercado" bajo la estricta supervisión de "sus" expertos.
El mismo Soros es un adicto en diseñar planes de transformación neoliberales para países en apuros. Ha diseñado planes para Polonia, Hungría, los restos de Yugoslavia, … y recientemente ha diseñado un "plan para solucionar la crisis del euro".
No hubo Plan Marsall para Europa del Este
Los países del Este no tuvieron la oportunidad de construir su propia capacidad exportadora y aumentar su nivel de vida de forma sostenible y equilibrada para desarrollarse y preparar el camino para la integración continental.
El capitalismo monopolista realmente existente no era el capitalismo con rostro humano de finales de la 2º GM. El capitalismo de finales del siglo XX ya no quería más estados del bienestar, le sobraba con los que resistían aún. La Unión Europea, controlada por las multinacionales, la gran banca y sus lobbies neoliberales, nunca desarrolló mecanismos suficientes de transferencia desde las economías más ricas hacia los países más pobres de la periferia.
A diferencia de lo que se hizo después de la 2ª G.M., no hubo un Plan Marshall de créditos blandos para que los países del Este reestructuran sus economías. Ni se planteó la posibilidad de una condonación de la deuda. A excepción de Alemania del Este, las economías post-soviéticas se reestructuraron desde el principio hasta el fin en beneficio de los intereses de las multinacioneales, los financieros y los especuladores extranjeros, no de las economías locales.
“Big Bang” = Terapia de choque + Privatización relámpago
David Lipton y Jeffrey Sachs (1990): “Sugerimos un rápido proceso de transformación de la propiedad pública en propiedad privada. Nuestro centro de atención será Polonia donde trabajamos como consejeros económicos. Proponemos la máxima rapidez en el proceso de privatización dado la particular problemática polaca por el hecho de que los consejos de trabajadores están poderosamente organizados en muchas empresas y están luchando por la autogestión y contra la posible privatización,”… “Creemos pues que, a menos que cientos de grandes empresas en cada país sean rápidamente privatizadas, la batalla política en torne al tema podría entorpecer y retrasar todo el proceso.”
Rápido, rápido, rápido, apremiaban los burócratas
El cambio no se planteó como un proceso con una hoja de ruta y etapas diversas (como es siempre el caso cuando se trata del proceso de paz en Palestina) sino como un salto, un gran salto con pértiga, para poder disfrutar de las ventajas del nuevo sistema lo más pronto posible, un gran salto que resolvería todos los problemas, rápidamente y para todos.
La nomenklatura burocrática tenía un especial interés en la rapidez. De la rapidez del proceso de transformación dependía el valor de muchos de los triunfos en la mano de los burócratas para “transformarse” en clase capitalista. A más rapidez más posibilidades de corrupción.
El embaucamiento se reforzó con vagas promesas de reducción de la deuda y de “convergencia” y apoyo multifacético por parte de la Unión Europea. Muchos esperaban los beneficios inminentes de la adhesión con ingenua impaciencia.
Un proceso de transformación racional, ordenado y equilibrado no interesaba a los ganadores de la transformación. A más rapidez y descontrol, mayores oportunidades de corrupción para la burocracia y mayores saldos para el capital internacional.
Rápido, rápido, rápido, insistían los "consejeros"
En general, los economistas pro-sistema no estaban bien preparados. Había poco en términos de pensamiento conceptual acerca de cómo pasar de un sistema a otro y no había datos para contrastar tales conceptos. En última instancia, la transición acabó mostrando la absoluta falta de compresión por parte la gran mayoría de los economistas polacos, húngaros, checos, …, de cómo funciona el sistema capitalista monopolista realmente existente que los iba a arrollar.
Polonia iba a servir de conejillo de indias para la "Gran Transformación" de todo el antiguo Bloque Soviético. Durante la 2ª G.M. el país había experimentado la invasión “relámpago” alemana, la eliminación “relámpago” de su enorme minoría judía, y ahora iba a experimentar la transformación relámpago de su sistema económico y social.
El papel más destacado se lo adjudicaron los oportunistas David Lipton y Jeffrey Sachs, economistas de Harvard a quienes George Soros (otro de los interesados presuntos implicados en el asesoramiento de la Transición) pagó encantado los viajes y estancias en Varsovia. David y Jeff venían de hacer sus prácticas como asesores en las terapias de choque aplicadas por el FMI a Latinoamérica en los años 1980s durante la crisis de la deuda.
Lipton y Sachs reformularon las terapias practicadas en Bolivia y otros estados latinoamericanos para adaptarlas a la "Transición" bajo el atractivo título de “Big Bang”.
El “Big Bang” significaba que la economía polaca debía ser sometida a una serie de electroshocks, una especie de combinación entre las tradicionales terapias de choque del FMI y una privatización relámpago de los activos y bienes públicos. Según el “Big Bang” en menos de un año se habría de completar la total transformación de la economía y sociedad polacas desde el socialismo realmente existente al capitalismo ideal no existente.
Privatizar, Privatizar, Privatizar
El economista húngaro Janos Kornai (procapitalista), proponía un proceso reflexivo y ordenado de privatización del sector público, vendiendo las empresas una a una, de forma cuidadosa, para favorecer su continuidad y evitar los abusos y corruptelas. Era precisa una cuidadosa y pautada política industrial de reestructuración del amplio tejido productivo del país.
Pero la transformada burocracia y el capital extranjero tenían otros planes para Polonia. El proceso de privatización se planteó, desde el primer momento, como el elemento clave de la terapia de choque de la "Transición" en Polonia. La terapia de choque es una estrategia profundamente antidemocrática que pierde toda su efectividad si no se implementa con extrema rapidez. No hay que dejar pensar al elector-paciente para evitar que reaccione y presente resistencia.
Hungría llevaba la delantera en privatizaciones y se estaba convirtiendo en un mal precedente. En este país se estaba produciendo un tenso debate político en relación al precio irrisorio al que se estaban enajenando los activos públicos a manos del capital extranjero. El director de la Agencia Húngara de la Propiedad Estatal, había sido destituido por dicha causa. No había que levantar la liebre. No había tiempo que perder. Privatizar rápido, deprisa y masivamente, sin dar tiempo a pensar o reaccionar.
Capitalismo del pueblo?
Para camuflar las verdaderas intenciones de la privatización se entonaron las consabidas loas al “capitalismo del pueblo” ya ensayadas por Margaret Thatcher cuando privatizó compañías públicas británicas (entre ellas los servicios de canalización de agua potable de muchas ciudades inglesas que en la actualidad se han vuelto a municipalizar tras los abusos que multiplicaron los precios del agua por 3 y por 4), y Pinochet en Chile, una vez derrocado Allende.
El discurso amañado por las agencias neoliberales y sus nuevos camaradas neo-capitalistas, era el de una privatización en masa que resultara aceptable, incluso deseable, para el gran público pero cuyo objetivo encubierto, desde el principio hasta el final, era una transferencia de la riqueza pública a precios irrisorios y una concentración relámpago del capital en pocas manos (fundamentalmente de inversores extranjeros).
La privatización mediante vales. El caso polaco.
En 1991, un grupo de expertos extranjeros, encabezados por Jerzy Thieme y que incluía a A. Cordet, del Banco Mundial, y a J. Ledóchowski, del Banco S.G. Warburg and Co. Ltd., entraron a trabajar, financiados por el británico Know How Fund (un think tank creado especialmente por la baronesa Thatcher para incentivar la transformación del bloque soviético), como asesores del Ministerio de la Transformación de la Propiedad (privatización).
El discurso pergeñado por dichos asesores era más o menos así:
- Privatizar rápida e irreversiblemente "para prevenir una reaparición de la nomenklatura".
- La propiedad de las empresas se distribuirá homogéneamente entre la población (capitalismo popular).
- El sistema más apropiado y rápido sería la privatización masiva mediante "vales" que se distribuirán homogéneamente entre toda la población.
Asesores con sus carteras llenas de tarjetas de crédito argumentaron que el sistema de vales y fondos de inversión intermediarios era necesario debido a la falta de dinero en efectivo en manos de los ciudadanos. Los vales eran necesarios ya que los ciudadanos no tenían dinero para comprar acciones y el sistema bancario no estaba lo suficientemente desarrollado para suministrarles el crédito necesario. Economistas de prestigio “olvidaron casualmente” una forma de crédito muy extendida y habitual en tales casos como es el crédito del vendedor (leasing) por el cual el tomador va pagando el valor del crédito en sucesivas cuotas a partir de los ingresos que le generan sus activos.
- El sistema de vales tenía un defecto que era la excesiva dispersión de la propiedad. Había que concentrar la propiedad por medio de unos intermediarios entre la población y las empresas que concentrarían los vales y asumirían la ardua tarea de reestructurar las empresas a privatizar.
Funcionamiento:
1) Unos vales canjeables por acciones se distribuyen de forma gratuita (o pagando una mínima tarifa) entre todos los ciudadanos. La distribución puede ser igual o tener en cuenta la edad o los años trabajados. Los vales suelen tener un valor nominal fijo y suelen ser intercambiables entre los ciudadanos.
2) Unos “fondos de inversión” actúan como intermediarios entre los ciudadanos y las empresas a privatizar. Los fondos de inversión utilizan los vales adquiridos para acudir a las subastas de empresas a privatizar.
El truco del almendruco:
En realidad de la privatización por vales tenía truco y estaba pre-amañada. El truco estaba en estos “imprescindibles” almendrucos intermediarios.
Estos “fondos de inversión” eran sociedades de cartera que adquirían, a cambio de vales, participaciones en las diversas empresas a privatizar. Emitían acciones propias que eran las que los ciudadanos podían adquirir entregando sus vales. Las acciones de estos fondos cotizaban en Bolsa. Los fondos debían ser gestionados por “expertos” occidentales capaces de llevar a cabo la necesaria reestructuración de las empresas bajo el control del fondo para hacerlas viables.
Estos “expertos” resultaron ser fondos hedge (fondos especulativos) como Credit Suisse First Boston, Merrill Lynch, PKO SA.,…, que se auto-asignaron honorarios estratosféricos.
En la práctica resultaba que estos “expertos” no mostraban ningún interés en reestructurar las empresas del fondo sino en la actividad más propia y lucrativa de “tunelar” (a través de contratos y otros opacos artilugios) los mejores activos de estas empresas fuera de la cartera del fondo, hacia firmas externas vinculadas con dichos fondos especulativos.
Los beneficios obtenidos por estas firmas vinculadas no tenían que ser compartidos con el resto de propietarios del fondo, por no mencionar a los ciudadanos accionistas del fondo.
Estos amaños no solamente reducían el incentivo a reestructurar sino que lo anulaban puesto que cuando una empresa fuera reestructurada serían más difíciles los “by pass”, el tunelaje y, en definitiva, la rápida centrifugación de sus mejores activos.
Reestructurar empresas podía significar competidores indeseados para las multinacionales que pretendían copar los nuevos y virginales mercados de la zona. Así que muchas de las empresas que hubieran podido significar una amenaza para las cotas de mercado que iban a repartirse las multinacionales, fueron liquidadas y las que consiguieron sobrevivir vieron mermadas considerablemente sus operaciones y reducidas sus cuotas de mercado en beneficio de las importaciones suministradas por las multinacionales.
De esta forma, y gracias a estos curiosos “fondos de desinversión”, la gran mayoría la industria, el comercio, las telecomunicaciones y los servicios públicos, cayeron rápidamente en manos de grandes corporaciones extranjeras a precios irrisorios. Para el caso polaco, se calcula que se pagó, en conjunto, menos del 10% del valor real de los activos públicos. El economista polaco Witold Kiezun (experto en economía africana al servicio de la ONU), en un libro titulado “La patología de la Transformación” (2012) afirma que la transformación sistémica en Polonia asumió la forma de una neocolonización semejante a la acontecida en muchos países africanos.
Un claro ejemplo fue la venta de la papelera estatal situada en Kwidzyn, una de las más grandes productoras de celulosa de Europa. Su moderna maquinaria había sido adquirida a finales de los 1970s en Canadá por 400 millones de $, tras un inversión en planta e infraestructuras por valor de otros 400 millones. La empresa fue adquirida por Internacional Paper Group Inc.(USA) en 1990. Los nuevos propietarios reconocieron que “Esta factoría es totalmente moderna y fue diseñada de acuerdo con los más modernos modelos occidentales, cumpliendo todos los estándares de diseño y calidad.”. La multinacional norteamericana pagó por la planta 120 millones de $. Tras tres años de funcionamiento, las exenciones tributarias para atraer capital exterior significaron un ahorro de 142 millones de $. Al final, Paper Group Inc.(USA) podía jactarse de haber adquirido la papelera de Kwidzyn por menos de cero $.
La privatización por vales en Rusia
A partir de octubre de 1992 el programa de privatización mediante vales proveyó a cada ciudadano ruso con un vale por valor de 10.000 rublos con el que podía adquirir acciones de empresas estatales. (10.000 rublos era el equivalente en 1992 a 32$, el salario medio de 1,5 meses). Del comunismo a la sociedad de propietarios.
El pastel implicaba a 200.000 empresas, de las cuales 600 complejos industriales responsables ellos solos del 47% de toda la producción industrial no militar. Las que se iban a privatizar en una primera etapa eran unas 5.000. Al final el 70% de toda la pequeña empresa y 7.000 grandes firmas habían sido privatizadas.
El esquema fue diseñado por A. Chubais (ministro de Yeltsin) y USAID (U.S. Agengy for International Development) y funcionó de la siguiente manera:
Insiders en el gobierno, la administración y los puestos de mando de las empresas se apropiaron de grandes cantidades de vales que se reservaron para ellos mismos.
La valoración en vales de los activos industriales fue manipulada en beneficio de los mismos insiders. El valor en vales de cada industria fue determinado por aquellos con conexiones con el gobierno de tal modo que muchos de los activos fueron adquiridos por un valor significativamente inferior al real.
Todos aquellos que disponían de fondos - nomenklatura corrupta, crimen organizado - pudieron acumular suficientes vales para controlar la mayoría de las empresas privatizadas.
La estrategia relámpago seguida en la Transición polaca serviría de referencia para la Transición en otros países, incluida Rusia (En Rusia, los "Wunderkinder" de Harvard, A. Schleifer, L. Summers y J. Sachs, aconsejaron a la corruptela de Yeltsin una "variante" de la tradicional terapia de choque - drásticas medidas antiinflacionistas - que resultó ser una variante inversa. Provocar a drede una inflación para diluir los ahorros de la gente que se vería así acuciada a vender sus vales por nada, con lo que se lograría rápidamente la ansiada y necesaria concentración del capital en pocas manos.
La liberación de los precios en enero de 1992 implicó una inflación descomunal que depreció los ahorros depositados en los bancos en un 99% dejando en la miseria a una gran parte de la población. La mayoría se vieron obligados a vender sus vales a los pocos que tenían dinero fresco: Nomenklatura y crimen organizado.
El choque fue brutal: En enero del 1992 se levantó el control de los precios en el 90% de los productos y en 1994, 3/4 de las empresas habían pasado a las "manos privadas" de funcionarios corruptos, multinacionales extranjeras y gánsters.
La penetración relámpago de las multinacionales
Excepto en el caso ruso, en el que una parte considerable de monopolios estatales pasaron a convertirse en monopolios mafiosos controlados por clanes autóctonos, en el resto del antiguo bloque soviético se ha producido un vaciado absoluto de la propiedad en todos los sectores clave de la economía a cuenta de las grandes corporaciones multinacionales. La "Gran Transformación" fue en realidad la "Gran Centrifugación" de la riqueza de Europa central y oriental.
La implantación del capital transnacional en los países del este se vendió como la única manera de atraer rápidamente las tecnologías más avanzadas y las más avanzadas técnicas de negocios. Las grandes corporaciones transnacionales constituirían el puente necesario, la gran avenida para la llegada de la eficiencia y la economía del conocimiento que modernizarían la estructura económica y social de la zona.
La inversión extranjera jugó un significativo papel en el proceso de privatización y en la estructuración de la economía post-socialista. Polonia se convirtió en el líder en cuanto a inversión extranjera. En 2002 el valor de la inversión extranjera alcanzaba los 45.200 millones de $, es decir, el 24% del total para el conjunto de países del este y centro de Europa.
En 2003 la banca extranjera, concentrada en muy pocas entidades, copaba ya los ¾ del sector financiero polaco. J.K. Bielecki, antiguo primer ministro y presidente del mayor grupo bancario extranjero en Polonia, reconocía en 2009 que “los servicios financieros en Polonia son los más caros de toda Europa”.
La privatización del sector bancario, las telecomunicaciones y los servicios públicos, puso en manos de los grandes monopolios transnacionales el control absoluto de estos sectores clave.
La banca europea controla el 65% del negocio financiero en Polonia y casi el 100% en Chequia.
UniCredit (Austria) es el mayor prestamista en Polonia y Bulgaria, mientras que Erste Group Bank (Austria) es el número uno en Rumania, Eslovaquia y la República Checa, con KBC (Bélgica) ocupando la primera posición de Hungría, Intesa (Italia) la primera en Serbia, y Raiffeisen International Bank-Holding (Austria) la primera en Rusia y Ucrania.
A finales de los 2000s, las multinacionales controlaban más del 60% del sector terciario de Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia y el 80% en los tres estados bálticos.
En cuanto a producción de vehículos y equipo de transporte, Hungría, Polonia y Chequia se convirtieron en plataformas de exportación de las grandes multinacionales del sector que controlan el 100% del sector.
Hungría absorbió la mayor parte de la inversión extranjera en el segmento de equipos eléctricos y electrónicos.
En 2003, entre las 996 transnacionales extranjeras con intereses en Polonia, 99 estaban entre las 500 mayores del mundo, con un 46% de implantación. Los sectores de mayor penetración eran la automoción (con presencia de más de la mitad de las mayores corporaciones, es el sector más importante en inversión extranjera en toda la zona), el procesamiento de alimentos, manufactura de productos no metálicos, intermediación financiera, telecomunicaciones, comercio y reparaciones.
Yugoslavia. La Transición violenta
Mientras la Yugoslavia de Tito había representado una desviación frente a la ortodoxia del bloque soviético, el país no figuraba entre los objetivos de las agencias secretas occidentales. Pero en los años 80 la situación había cambiado de cuajo. Había que erradicar el ejemplo del socialismo yugoslavo de la hoja de ruta a seguir cuando el bloque soviético empezaba a tambalearse. Una Yugoslavia socialista próspera y democrática hubiera sido un precedente inadecuado para el resto de democracias populares en transición. La terapia de choque impuesta a Yugoslavia llevaba implícita la desestabilización y desintegrar el país.
La NED (National Endowment for Democracy), una ONG vinculada a la CIA, y George Soros (papeles desclasificados en 1992 implican a las agencias USA en la desestabilización del país) aprovecharon las dificultades financieras que atravesaba el país para diseñar planes de transición, exigir condiciones de “apertura” de su mercado a los competidores occidentales y preparar el terreno para que el FMI, a cambio de sucesivos “tramos” de rescates, impusiera una terapia de electroshock: privatización de las empresas autogestionadas, liberalización de la inversión exterior, desmantelamiento del sector público, privatización de la banca pública, las habituales “reformas estructurales” y los consiguientes “recortes” en los servicios públicos.
En los años 60 la economía yugoslava era próspera (crecimiento del PIB 6,1% de media). El desempleo era bajo y el nivel educativo y sanitario (ambos gratuitos) del país era envidiable (esperanza de vida de los varones 72 años). Las empresas yugoslavas exportaban tanto a Occidente como al Bloque Soviético y recibían encargos para la construcción de infraestructuras en África, Europa y Asia. Los directivos de estas compañías eran supervisados por consejos de trabajadores constituidos por todos los empleados de la firma.
Los sindicatos eran poderosos y no escaseaban las huelgas tras conflictos con los directivos. Los experimentos de economía mixta (socialismo de mercado) funcionaron peor de lo esperado y los índices de paro e inflación eran considerables. En los años 70, más de 400.000 emigrantes enviaban remesas a su patria desde de Alemania y otros países europeos.
A pesar de la propaganda sobre el avanzado sistema de autogestión, los trabajadores, salvo excepciones, no podían gestionar sus propios asuntos. Debían mantenerse estrictamente bajo el control de la burocracia del partido local. Los motivos de esta política no eran, por supuesto, simplemente ideológicos. Si a los trabajadores se les hubiera permitido ejercer los derechos genuinos de la autogestión, decenas de miles de burócratas del partido habrían quedado sin poder y sin ocupación.
El "modelo yugoslavo" terminó como una combinación de rasgos característicos de dos modos distintos de producción, a saber, el capitalismo y el socialismo, unidos por una casta burocrática autoritaria. Las "fuerzas del mercado", señalaban la influencia del capitalismo, mientras que la “samouprava” (autogestión) expresaba el socialismo genuino, pero todo el complejo seguía dirigido por la batuta de la burocracia local o federal.
La crisis del petróleo en los años 70 generó enormes excedentes financieros (petrodólares) en busca de rentabilidad. Los banqueros se ofrecieron como gestores e intermediarios (reciclaje) y organizaron sindicatos bancarios (Club de París, Club de Londres, ...) para prestar a estados sub-prime dispuestos a pagar sustanciosos tipos de interés. Al igual que a muchos países latinoamericanos, los mercados ofrecieron préstamos a los yugoslavos necesitados de divisas para para poder seguir financiando las importaciones de productos energéticos cuyos precios se habían disparado.
Mientras el FMI se complacía por el control directo del banco central yugoslavo (impidiéndole prestar al gobierno) y retenía el pago de los sucesivos tramos del "rescate", el país entraba en una espiral depresiva de endeudamiento, inflación y estancamiento, que lo llevarían a la desmembración y a la guerra a principios de los 90.
En 1989-1990 más de mil empresa fueron a la bancarrota. En 1990 el PIB cayó un -7,5% y en 1991 en un – 15%. Los salarios perdieron el 41% de su valor real durante los 6 primeros meses de 1990. En dos años el paro aumentó en más de 2 millones, la mayoría obreros industriales. Los ingresos públicos que debían financiar las transferencias a las repúblicas confederadas se desviaban para pagar a los acreedores del club de París y el club de Londres. Al final la federación estalló. En junio de 1991 se producían las declaraciones formales de secesión de Croacia y Eslovenia.
Perdidos en "La Transición" hacia el capitalismo monopolista realmente existente
Gábor Vona (Lider del partido ultra nacionalista húngaro Jobbik): "En la actualidad, más y más personas se han dado cuenta de que todo fue una trampa. La Unión necesita mercados, mano de obra barata y un lugar para volcar la basura. ¡Qué ingenuos que fuimos"Tras 40 años de socialismo realmente existente los países del centro y este de Europa llevan ya 20 años inmersos en el “capitalismo realmente existente” en pos del espejismo capitalista del éxito, la eficiencia, la abundancia, la democracia y la libertad.
Tras la debacle de la década de los 1990s, la mayoría de los países del Este y Centro de Europa experimentaron una cierta recuperación ligada a la expansión generalizada por las burbujas tecnológica e inmobiliaria de principios de siglo. Tras el crac de 2008, el FMI ha intervenido a Hungria, Servia, Ucrania y Bielorrusia. Como siempre, se ha tratado de contentar a los mercados "salvando primero" el dinero de los inversores extranjeros que se pillaron los dedos especulando en la zona. El "salvamento" implica inefablemente tirar por la borda lo poco que estos países habían recuperado en planes de pensiones, subsidios de paro, educación, sanidad y servicios públicos.
Los partidos de "centro-izquierda" (ex-comunistas), elegidos bajo promesa de restaurar la estabilidad social y la solidaridad tras las terribles terapias de choque, una vez en el poder han continuado, con dosis añadidas de cinismo y corrupción, en la senda circular de la convergencia neoliberal. Los partidos de "centro-izquierda" estuvieron a favor de la terapia de choque desde buen principio. Incluso atacaron a los partidos de derechas de no ser suficientemente ortodoxos en el seguimiento de las prescripciones del consenso de Washington. No es extraño que tales partidos, tras su última legislatura (Leszek Miller en Polonia (2001-2005) o Gyurcsány en Hungría (2004-2009)) han sido barridos del escenario político por la derecha nacional-populista.
"La Transición", la “Gran Transformación”, adoptó connotaciones quasi bíblicas en el discurso político e institucional. Aún hoy día, 20 años después, con toda Europa del Este y los Balcanes formando parte de una sub-periferia del mercado neoliberal europeo, en crisis permanente, total dependencia económica de las multinacionales (bancos y corporaciones) y sin otra perspectiva que el sometimiento a los designios de un sistema socialmente desestructurador, el discurso sigue insistiendo en la Transición incompleta, a pesar de que esta larga travesía del desierto en pos del espejismo capitalista parece no tener fin.
Web que recoge artículos de los teóricos de la privatización: Sachs, Aslund, Pelikan, Kyn, Gomulka, Palmer, Kornai, Kolodko, Klaus, Stiglitz, Berend, Elerman, Balcerow, Goldman
Julian Castaño Guillén: Tesis doctoral sobre privatizaciones